domingo, 18 de diciembre de 2011

Donde las dan, las toman

Donde las dan, las toman

I

Los homenajes siempre tienen la misión de revolver los sentimientos. Todo aquel que ofrece un homenaje está haciendo justicia a la vida, porque está colocando el mérito en su justo peldaño. Y digo “peldaño”, y no “sitio”, porque este último concepto nos da una idea más acertada de que cuando rendimos un homenaje en cualquier lugar del planeta, éste podría estar un poco más arriba o abajo, en dependencia del lugar que en nuestras preferencias tiene la persona que es objeto del reconocimiento social. Sí, porque casi nunca los homenajes suelen quedar en el anonimato. Parece una condición consustancial con el género humano el hecho de que cuando tengamos que destacar algún detalle relacionado con la vida o las obras de una(s) persona(s), debamos “llamar al de enfrente” para que vea lo que estamos haciendo o en otros casos “llamarlo para que nos ayude a hacer algo”. Tales digresiones me vienen a la mente porque en OEIDIH somos amigos de los homenajes. No porque tengamos recursos para hacerlos, que en la mayoría de los casos solo tienen una connotación moral o emotiva, sino porque nuestros muchachos proceden de familias que no fueron muy “adictas” a dar felicitaciones o rendir homenajes. Imagine usted a un niño de doce años a quien se le celebra al primer cumpleaños. (No estoy aludiendo a celebraciones fastuosas, sino a un simpe hecho de recordar con un poco de carga afectiva un aniversario determinado). Si un niño al que por primera vez alguien le recuerda que vino a este mundo para contraer una deuda con Dios, de salvar su alma, porque su cuerpo ya está endeudado hasta los mismos huesos… Un niño cuyos padres, ya extintos, nunca tuvieron la posibilidad de recordarle que una fecha homónima, perdida en el pasado, vino a este mundo a pelear de frente con las calamidades, la basura, el hambre, la violencia, la insalubridad y otras limitaciones o excesos que duele mencionar, porque son deberes elementales de la sociedad para con cada infante, o si lo prefiere, un derecho inalienable que éste posee desde que vio la luz del sol por vez primera; de recordarles sus aniversarios, porque delante tenían otras diversas prioridades, a cuya cabeza siempre iba la de la búsqueda de algún elemento de subsistencia. Eso ha pasado generalmente con casi todos nuestros inquilinos. Recuerdo la vez en que una de nuestras niñas, Sandra, quien ya usted conoce, iba con nuestro pastor Ezequiel, frente a un Epi d’Or (Un centro donde se venden elementos de repostería) le comentó a su “padre” circunstancial: Papito (Como le llaman cariñosamente todos los niños de nuestro hogar de desamparados) “Papito, yo nunca me he comido una torta como esas de la vidriera ¿Algún día me podré comer una?” Comenta Ezequiel que el corazón se le bañó de lágrimas. Y aunque no disponía de abundantes recursos financieros, haciendo de tripas, corazón, como solemos decir en Cuba, la pasó al inmueble ¡y le compró una enorme torta que trajo a la casa, para que todos los niños se llenaran las narices de merengue!
Acá estimulamos los rendimientos académicos de los 35 alumnos a los que al fin logramos pagarles los estudios; elogiamos y hacemos extensivo al resto del colectivo el cambio para bien de algún patrón de conducta que había sido objeto de señalamiento o recriminación en otros momentos y que ahora viene a validar la idea de que el remedio a tiempo vale más que la cirugía, aun cuando esté movida por criterios esteticistas….
Que conste, no estimulamos por placer: lo hacemos porque como dijimos al principio, siempre nos ha gustado ver las cosas en su justo peldaño. De ahí que no transcurre mucho tiempo entre un homenaje y otro; solo el suficiente para que este acto no se convierta en una mera “rutinidad”.


II

Nuestra OEIDIH está hermanada con otra organización homóloga que radica en Puerto Rico, la Nueva Generación Haití, que aunque tienen dos fines diferentes, al final del camino vienen a complementarse como lo hacen un alma y un corazón en un individuo. Nosotros sin recursos, alimentamos, vestimos, escolarizamos, medicamos a cien niños: Nueva Generación Haití, con el concurso de personas de buen corazón, nos proporciona una buena parte de los alimentos que necesitamos para poder subsistir. De tal manera es esa complementación, que nos han asegurado el inmueble donde residimos por un año, hecho que viene a ser una acción salvadora, porque a la altura de diciembre teníamos un enorme signo de interrogación pendiendo sobre nuestras cabezas, respecto a dónde alojarnos durante el venidero 2012. Así las cosas, ha surgido entre estas dos organizaciones sin fines de lucro una afinidad que solo es comprensible cuando se analiza que los grandes amigos son los que han surgido durante una larga travesía, y han compartido los sinsabores del camino. Jorge Nieves, el máximo representante de la organización boricua, junto con Ezequiel, su homólogo, aquí en OEIDIH, son como hermanos: Las organizaciones, por su parte se ha hermanado de tal modo que al mirar su complementación uno piensa que si una de las dos no hubiera existido, por fuerza habría que haberla inventado, porque nada puede existir sólo en una de sus dos mitades.


III

Hoy Jorge Nieves ha visitado a nuestra organización. Secretamente le hemos preparado un homenaje, porque es su aniversario ¿Cuántos cumple? Eso poco importa. Lo que interesa es que nuestro deseo de que Dios le dé muchísimos años más para que pueda seguir pensando en los niños que no tienen defensores en esta vida se ha concretado con una sorpresa. A sabiendas de su proyectada visita de fin de año, los niños se confabularon con la dirección de nuestra organización ¡Y a conspirar en función de la canalización de este acontecimiento feliz! ¡Le han preparado como aperitivo emocional otra sorpresa! Son las siete de la noche. Es noche cerrada cuando desciende del coche un visitante, Jorge Nieves, a quien Ezequiel ha ido a recoger al aeropuerto. Suena el portón de hierro de la entrada. Alguien, cumpliendo sus funciones, abre. Adentro la casa está en tinieblas total, como si se hubiera ido la luz. Parece que se trata de un desperfecto técnico, porque las demás casas del entorno tienen alumbrado. Jorge, preocupado en los detalles de descenso el equipaje, parece no advertir esta irregularidad. Aunque vaya usted a saber… Remotamente en su subconsciente subyace un recuerdo de una escena semejante en la que tomó parte en el pasado aquí… Alguien le ayuda con las valijas, mientras el personal adulto de la vivienda le da la bienvenida. El resto de la casa permanece en silencio. Un silencio de piedra, tan compacto que casi se puede oír el latido de los corazones; un silencio que huele a conspiración, a componenda… un silencio que convoca al sexto sentido a poner el cuerpo en tensión, porque detrás de esta tranquilidad se puede esconder algo anormal. Uno, dos, tres pasos casinos, va subiendo los peldaños de la escalera de entrada. Yo le tomo la maleta en función de ayuda y de bienvenida. Luce cansado (Después supimos que había recorrido por más de doce horas entre avión y ómnibus un periplo de tres países para llegar hasta nosotros)… Continúa escalando, dos, tres escalones más y ya se encuentra en el pretil de la entrada. A estas alturas debe haber advertido lo del “apagón”. Sí, seguro, porque su aguda intuición no le dejaría pasar por alto un detalle de tales dimensiones. Al abrir la puerta una avalancha de niños se le viene encima. Alaridos, como si hubieran visto a Papa Noel o a Santa Claus entrara por esa puerta. Un grito unánime, uniforme, acompasado de “¡Olge, Olge!” (Que es como aquí suelen pronunciar este nombre) brota de muchas gargantas. Niños que ya hace tiempo dejaron de tener a sus padres cerca para colgárseles del cuello a fin de darles un abrazo, un beso… ahora se le vienen encima al distinguido visitante como una avalancha, como un alud de nieve, pero con la diferencia que aquí hay mucho calor, calor humano que sale por los poros de cada gente, convirtiendo con este acto la casa en un manicomio. Ya no hay calma en el recinto. Preguntas por los que quedaron en Puerto Rico, como si se tratara de alguien muy próximo de la familia se desgranan de sus labios como cataratas. Y es que estos niños han aprendido que en cualquier pedazo de suelo puede haber un poco de amor escondido.


IV

Hoy sábado, día de actividades de OEIDIH, donde se reúnen los quince niños que albergamos en la casa con los otros cien de la organización, es la fecha escogida para la celebración del cumpleaños del visitante, y le han preparado varias sorpresas. Familiares de los niños, conmovidos han sacado de sus ahorros y han mandado a hacer dos enormes tortas con merengue azul, sobre las cuales inscribieron la imprescindible frase “Felicidades, Jorge” Obras artesanales que dan idea de cuánto ingenio se esconde dentro de cada uno de estos niños donde la inteligencia estaba dormida debajo de una inmensa costra de polvo, son preparadas por los inquilinos. Actuaciones teatrales, un programa bíblico sabático que incluye como plato fuerte la presentación de nuestro niño predicador: Jeremy, y otras variedades, son organizadas.
Llegado el instante comienzan las actividades del programa. Todo está punto. Se descorren las cortinas imaginarias y ya estamos de cumpleaños, rindiendo homenaje a quien se lo merece. Una guitarra que ya Jorge le había regalado la noche anterior a Jeremy es la protagonista de las acciones musicales del espectáculo. Pero abruptamente las cosas cambian se sentido. ¡El objeto de homenaje se colocó en la piel de sujeto de homenaje! ¿Qué ha pasado? Jorge ha traído muchos regalos de su nación, porque dice que para las navidades a cada niño de su país se le regalan cosas; de modo que no quiere dejar pasar por alto la oportunidad para hacer reír esos corazones que se entristecen de cuando en cuando la echar de menos a sus padres, pero que ahora saltan de puro contento al tocar sus regalos. Aquella una linda muñeca ¡La palpa varias veces para cerciorarse de que es real; de que no asistiendo a un sueño imposible! ¡No! ¡Es real! Otros con juegos de mesa o de otros tipos se deleitan hasta la locura. Todo tipo de juegos y de entretenimiento son entregados. Todo transcurre rompiendo las rutinas. Se celebra el cumpleaños feliz de Jorge, y reciben los regalos inesperados los niños. Y yo veo la mano de Dios detrás de estas cosas, en las que se combinan las acciones para rendir dos homenajes (¿O muchos?) José Martí dijo: “Honrar, honra” Los honores fueron repartidos de forma armónica. Y yo veo la mano de Dios detrás de cada acción que se despliega en este sábado, lo cual se ve confirmado cuando el mismo Jorge les anuncia a los niños la forma en que los hermanos de su nación hicieron para hacerles llegar estos regalos. Busco en mi mente al homenajeado y se me confunde en un calidoscopio de personas que se mueven desde diferentes ángulos rumbo a un podio de premiaciones. Pienso: “Caramba, en este mundo hay de todo. No es osado pensar que donde las dan, las toman.”

domingo, 27 de noviembre de 2011

I Como un asilo domestico



– ¿Quieres más?
– Sí… sí… – responde, mientras devora una tras otra las porciones de alimento. Lo hace con delectación, con fruición, y con cierta dosis de desespero, como si temiera que de un momento a otro el plato desapareciera de su presencia. Hay en su rostro un no sé qué de escurridizo, de asombrosa sumisión. Esa puede ser la causa por la cual me mira con ojos desorbitados cuando le llevo otra ración de comida, después de servirle un poco de refrescante jugo, que aquí en Puerto Príncipe, tras los intensos calores estivales, se convierte en el componente inevitable de las postrimerías de la mesa. Desde una esquina del comedor la observa Saddam Husein… Por supuesto que ya usted lo conoce; y no precisamente porque se trate del extinto presidente iraquí, ultimado en un cadalso americano, sino porque ya les hablé de él a través de una de mis crónicas. Ésta se parece tanto a él cuando llegó a nuestro hogar de niños desamparados, que cualquiera diría son almas gemelas. No en el aspecto exterior, físico, que bastantes elementos diferenciadores poseen, sino en lo espiritual; en esa ausencia de brillo en la mirada; en esa fuga de la sonrisa que hace tiempo emigró de su rostro y ahora deambula por no sé qué paraje difuso del infinito… Ella no parece advertir que es blanco de muchas miradas compasivas, condescendientes, amorosas, cálidas, ¡de bienvenida! Solo parece advertir el nutritivo elemento que tiene… mejor dicho, tenía delante, porque, de un golpetazo ¡se lo ha zampado todo! Esa misma mirada con que lo mira a usted desde la foto con que acompañamos este artículo es la que me fulminó como para darme las gracias, pero había en aquella una magia que solo se transmite a través de los olores de la vasija recién vaciada, que usted inevitablemente no podrá percibir desde su afortunado rinconcito cálido de este planeta.

II
OEIDIH se ha convertido en una especie de asilo, al que han arribado varios niños, algunos de los cuales, por razones de espacio, o de tiempo (¡Vaya usted a saber!) usted no conoce. Pero dé por sentado que en algún momento, a su debido tiempo, los conocerá. Es que detrás de cada nombre de este colectivo infantil se esconde un historia sui géneris, única, irrepetible, como jamás se repetirá la fisonomía idéntica de otro individuo. De seguro en algún momento de nuestra existencia se la presentaremos de forma puntual. Compartimos otras responsabilidades, lo que no hace posible que cada vez que usted nos visita encuentre la historia deseada, esperada. Solo algunas han desfilado por nuestra galería de niños que han estado al borde del martirologio… algunas con matices más tétricos que otras; pero en todas el denominador común es el siguiente: hemos abierto nuestras puertas justo en el momento que alguno de estos infantes ha dado desesperadamente un aldabonazo, porque la vida agitada y angustiosa de esta ciudad devoradora de niños lo persigue para estrangularle los sueños que hasta un día acarició y que ahora ha tenido que guardar apresuradamente en una raída mochila…sueños estrujados que pujan contra el olvido para no ser lanzados contra una pared que termina en precipicio…sueños que flotan en las aguas encrespadas de un océano convertido en una ciudad fantasmal, y van dentro de una botella con la petición de auxilio que a veces no llega a sus destinatarios, porque la crueldad de muchos falsos preceptores se los pisotean miserablemente… sueños, al fin ¿Qué otra cosa podría albergar la mente de un niño que raya en la pubertad, cuando la vida le ha arrancado, sin piedad a sus padres y lo ha arrojado a la calle, dándoles un portazo en plenas narices, sin darle tiempo para recoger sus raída muñeca o su pelota deshilachada? Quien no haya estado en el Puerto Príncipe del siglo actual, deplorablemente no habrá conocido el verdadero rostro de la miseria humana. Víctor Hugo escribió en el siglo diecinueve, la miserable vida de la nación que se erigió como metrópoli de ésta otra. Lo que no pudo concebir su fecunda imaginación fue que dos siglos después en el hemisferio occidental esta otra nación pequeña les aventajara en condición misérrima ¡Vaya ironías de la vida! Allá, por lo menos en la rancia aristocracia no se albergaban los sentimientos mezquinos que usted suele encontrar en este rincón del planeta azul llamado Tierra. Tampoco eran los mismos contextos, por lo que la existencia de ésta nos da la idea de un anacronismo rancio e irremediable.

III
Jounisa Toussaint llegó justamente en el momento de su mayor apuro. No porque la persiguieran, sino porque otras circunstancias conspiraban contra ella. Huérfana de padre y madre, no tuvo como agente agresor el devastador sismo del pasado 12 de enero de 2010, sino mucho antes. Cuando tenía cinco años perdió a su padre, quien fue ultimado en plena calle por una banda de forajidos. Unos meses después fallecía su madre, quien sabe si de pena… ¡Vaya usted a saber! Sabido es que las personas que mueren en esta ciudad no reciben el diagnostico forense en un elevado por ciento de los casos, de lo que se desprende que cualquier elucubración sobre las causas de su deceso puede ser entendida como válida. Lo cierto es que la niña fue recogida por una prima, quien le dio abrigo y manutención. Esta capitalina se las había ingeniado para dejarse ver ante los ojos de los demás de la familia como la preceptora ideal. Así que durante ocho años la tuvo bajo su techo y custodia, sin que los demás sospechasen que pudiera tener una personalidad controvertida.
IV
El primer encuentro de esta niña con nuestra organización data de más de un año, pero inexplicablemente perdimos todo contacto con ella, a pesar de haberle pagado desde hace más de doce meses el costo de sus estudios durante todo un curso escolar. Sucede que su prima encuentra un trabajo. Lo que resultó una bendición para la casa en la que hay un hombre que no quiere trabajar, para dejar la misión de sustentadora a la fémina, y Jounisa se convierte en una obrera sin salarios (¿¡Quién viera semejante disparate alguna vez!?), de la noche a la mañana en casa de su propia familia. Porque se le impone la tarea de cuidadora del niño más pequeño de la casa, un infante de sólo unos meses. No creo innecesario que le diga que además debía asegurar todas las demás actividades domésticas, lo que incluye la escoba, la plancha, el trapeador, la cocina y todo los que de estos ilustres elementos se desprende. De modo que vio volar en pedazos sus sueños… Y la idea de poder ser alguien en la vida escapó tras la cola de un papalote que se fue a bolina . A estas alturas se le encomiendan otras misiones o labores domésticas, de modo que poco a poco se ha ido convirtiendo en la columna vertebral de la casa… Poco a poco va sintiendo como la cárcel se le va haciendo más y más insoportable. Siente cómo los grilletes que de buenas a primeras se le han impuesto van siéndole intolerables… “Debo escapar; pero, ¿a dónde? De repente recuerda la existencia nuestra y concluye: ¡Claro, hacia OEIDIH, o nunca más podré estudiar!” Sin pensarlo dos veces se lanza a una aventura, cuyo desenlace no puede avizorar, pero de la que está segura que tiene que salir, porque la vida no le ha dejado otras alternativas.
Sin un céntimo con qué pagar el pasaje se mueve a lo largo de las tortuosas calles y callejuelas de esta complicada ciudad mitad montaña, (y mitad montaña). Así famélica, con el alma hecha jirones llega a nuestras puertas.
Y el pastor Ezequiel Batista, director de la Organización Evangélica Internacional para el Desarrollo Integral de Haití (OEIDIH) da su aprobación para que esta niña se convierta en el inquilino número once de nuestra casa de niños desamparados. Su esposa, la pastora Yanuirka Moskeda la inscribe en el registro con esos datos y ordena se le se le sirva una suculenta ración de alimento (superior a la per cápita habitual). Y la niña la devora, como quien presiente que fuera a acabar su existencia y esa fuera la última acción que haría.

sábado, 5 de noviembre de 2011


Todo por esa sonrisa
I
En mi vida he conocido a muchos Erick. Muchas son las formas ortográficas que distinguen a los signados con esa denominación. Hay quien escribe ese nombre de una manera diametralmente opuesta a la otra. En ocasiones hasta con hache inicial como para sellar un rasgo distintivo entre los demás de sus clase. Físicamente tampoco son muchos los rasgos identitarios que me los pueden asemejar. De modo que cuando menciono ese nombre, me acuden a la mente imágenes diversas, como fundidas en un calidoscopio. Porque sus presencias a través de los años me han hecho reverdecer, en ocasiones, o fenecer, en otras, las características que ponen el sello distintivo de cada una de esas personas, en mi masa cerebral. Generalmente son conciudadanos míos, lo cual no quita que en mi lista especial se cuele algún que otro individuo de allende los mares. Durante los lejanos años de mi infancia cierto personaje con esta denominación había cautivado mis atenciones de modo que cuando alguien mencionaba este nombre era quien acudía inmediatamente a mi imaginación. Era Erik, un viejo vikingo, de carácter recio, como los robles; indomable como las palmeras que crecen en las sabanas de mi Cuba querida; valiente como un héroe homérico, o como los legendarios adalides que desfilan por las diferentes páginas de las sagradas escrituras. Había sido el protagonista de una película de acción que se estuvo proyectando en las inmensas pantallas de los cines de mi ciudad natal durante mucho tiempo. Está de más decir que este personaje se convirtió en el modelo de persona a quien yo hubiera querido parecerme, y muchas de las acciones que yo realizara movido por mis pasiones infante/adolescentes traían como inspiración su imagen. Fue pues este Erick el personaje con quien más se relacionaban mis recuerdos. Y casi recién ahora me percato de que hasta los años de mi actual madurez personal, aun se éste se mueve en mis recuerdos, ora con contornos difusos, ora precisos, nunca confusos, porque caló hondo en mi memoria. Sin embargo esta imagen paradigmática para mi yo contextual dio paso a otra que se podría mover en los extremos opuestos de la configuración facial, que es en resumidas cuentas lo que más nos queda, en el momento en que convocamos al recuerdo la presencia de alguien en particular: era ésta la de un niño de los que abraza nuestra Organización Evangélica Internacional para el Desarrollo Integral de Haití (OEIDIH). En sus facciones no había ningún elemento que pudiera sembrarse en el recuerdo, porque diríase que sus rasgos eran de forma plana, si de algún modo pudieran estos definirse. Sin embargo siempre me llamó la atención este chicuelo, porque no se parecía en nada a sus homónimos y al mismo tiempo me los recordaba terriblemente. Lo contradictorio del caso radica en el hecho de que había tal volumen de diferencias entre éste y los demás que uno se asombraba de forma terrible también desde el primer golpe de mirada. Su mirada era seca, adusta, huraña como alguien que hubiera habitado en las “cumbres borrascosas” y por alguna razón ahora se empeñaba en martirizar a las personas con el influjo de una mirada penetrante que te puede penetrar hasta los huesos… Por alguna razón las personas que se encargan de “administrar” la alegría, hicieren lo que hicieran jamás habían logrado que nos regalara una sonrisa como prueba de su reconocimiento a nuestra labor, que a mí se me antoja titánica… hicieren lo que hicieran, su semblante permanecería imbatible, o peor todavía, inmutable. Por eso siempre constituía enigma el hecho de que no pudiéramos arrancarle una sonrisa a este desdichado ser enigmático que sábado tras sábado acudía a nuestros locales a recibir la bendición del amor que les proponíamos puntualmente. Y pudiera parecer un contrasentido, pero era este de los niños que nunca faltaban a la convocatoria sabática de nuestra organización. De modo que para mis adentros yo me decía: “Caramba, que pasa con él, porque nos necesita; si viene a nosotros es porque le hacemos falta. Luego, ¿dónde está el detalle que nos impide hacerle ver los colores de la vida con la misma intensidad con que la ven sus congéneres? No sé si he dicho que entre las actividades que desarrollamos se encuentran las de la recreación, con acciones precisamente dirigidas a hacer reír a quienes sufrieron la más triste sanción que pude imponer la vida: la orfandad ¿Quién a esa edad tendría alegría permanente en el rostro, después de haber perdido a sus padres y quedar solo, a la deriva, en la barcaza frágil que deambula por inciertos parajes? De modo que el momento de la recreación se convertía en un instante especial para nosotros. Por eso poníamos nuestro empeño en todos los niños, para que después de recibir sus enseñanzas bíblicas, sus actividades educacionales y deportivas, su atención gastronómica, su peritaje y tratamiento médico, ahora dieran rienda suelta a sus emociones, a su imaginación, en fin, a ese potro salvaje que nos cabalga dentro cuando a esa edad nos ponen diluidos entre una multitud de nuestros coetáneos a liberar energías a todo tren, como si fuera este el último día de nuestras vidas. Y el resultado de nuestras acciones era ostensible, visible, plausible, porque al final de cada jornada usted solía verlos con un nivel de realización tan visible, que el corazón querría reventarle las costillas y salir disparado hacia fuera, de tanto gozo; pero con él resultaba desesperanzador, si de algún modo pudiésemos catalogar con tristeza un resultado inesperado, frente a alguien a quien se le han escapado del alma todas las golondrinas y han volado hacia el país de las alegrías y los merengues, y los caramelos, y las risotadas a coro, y el placer servido en grandes proporciones, como para que no quede alguien con deseos de pedir se le repita una doble ración a su espíritu emprendedor. Todos los niños en esos momentos de recreación cantaban, aplaudían hasta el delirio las actuaciones de sus propios compañeros, artistas improvisados, de los que, eso sí, dan la vida con tal de recibir el beneplácito de una sonrisa o el premio de una carcajada. De hito en hito yo solía mirar hacia el rinconcito donde siempre se sentaba mi personajillo, con una pregunta colgando de mi intelecto de viejo educador: “¿Por qué Erick no sonríe como los demás?” En resumidas cuentas, como los demás, perdió a sus padres, y los otros sonríen. (Aunque usted no me lo crea estos huerfanitos en ocasiones tienen destellos de alegría delirante frente a cualquier hecho de la vida. Mas de pronto la sonrisa o la carcajada se les congela y se transforma en una máscara de cera. Algún fantasma por sus adentros acaba de estropearles el montón de estrellas que rutilaba en sus sueños. En ocasiones como éstas la mirada se les torna enigmática, y desde el fondo de sus tiernas almas sale un profundo suspiro, como el de un anciano que ha dado más de mil vueltas en su cama sin poder conciliar el sueño, en si quinta hora de vigilia nocturnal… Tanto han sufrido a estas alturas que comparten precozmente esa manifestación de angustiosa situación, con las personas adultas. Y usted daría la mitad de su vida con tal de poderles borrar, de un “gomazo”, la causa que les ha generado tal carga de angustias. Pero la vida tiene ese particular. Los hechos son irreversibles. En un buen porcentaje nunca las historias tienen el final de los cuentos de hadas y de duendes… “duendes, duendes” ¡ay! Quién fuera capaz de atravesar distancias en busca de un duendecillo que pudiera hacer lo que a usted en este instante le está vedado: darle un poco de brillo a una mirada que se ha escapado de un rostro y vaga por no sé qué parajes… Sin embargo al final de todas sus incursiones por el intrincado laberinto de los sentimientos, después de todos los escapes de emociones, como casi todos los niños, no podían resistirse ante el influjo del amor brindado a manos llenas. Volvía, como vuelve después de un día de borrascosa tormenta, el sol con sus rayos de oro a celebrar tal acontecimiento. Al final de cada evento siempre se recibía de cualquier modo el premio del reconocimiento. El rostro de Erik tenía otra connotación. Era como si se hubiera concentrado en sí mismo; como si las cosas que se hacían delante de él, pertenecieran a otra dimensión y no estuviera enterado de los acontecimientos. Nunca le vimos una sonrisa. Su rostro tenía la misma expresión, como si la hubieran estampado en la cara con un enorme cuño esa mueca que sabe a rancio en los corazones o produce nauseas en al paladar de las almas… ¡Ay, Erick, chiquillo mío, cuanto daría porque un día mostraras en una sonrisa, la misma alegría que mostraba aquel vikingo cada vez que lograba una conquista! Eso, sin embargo para nosotros venia resultando una quimera. Y ya casi se tenía como algo normal el que su seriedad de rostro ceñudo y mirada adusta hiciera que despilfarrásemos el alma en busca de una de una expresión de alegría fugada a no sé qué sitio intergaláctico… Después, cuando me contaron su historia, que es única (Aquí ninguna se repite en esta gama y amalgama de infortunios) comprendí cuanta carga gravitaba sobre su pequeño corazón de gorrión solitario entre una muchedumbre de pajarillos gorjeando y piando hasta la locura…
II
Aquella tarde la señora Vanesa se había apurado bastante a fin de tener listas todas las cosas de la casa. Una merienda era todo lo que prepararía esa tarde, porque su esposo Louis la había impartido la orden de que debía haber terminado antes de las cinco: esa tarde irían de visita a casa de unos parientes, porque habían sido invitados a un ágape familiar y allí comerían. La sobrina de Louis, prima de Erick cumplía esa tarde sus quince primaveras. A ella nunca le habían celebrado una fiesta de cumpleaños. En la familia no había muchos precedentes de estas fiestas debido a las limitaciones de las economías, pero a Fania, que así se llama la agasajada, otro tío, residente en los Estados Unidos le mandó el dinero para que pudiera realizar estudios superiores. Esa es la razón por la cual habían decidido amontonar de sus miserias “una fortuna” para darle a la niña un placer que no se ve de forma muy reiterada entre las personas que comparten el mismo rango social de esta familia portoprincipeña, y ello constituía al mismo tiempo una forma de festejar tal regalo familiar. A Erick le compraron zapatos y ropa nuevos; así que ardía en deseos de ponérselos de estreno, cosa que no se le había permitido, porque rompería el encanto de deslumbrar a otros con lo que con tanto amor se le había adquirido. Así que como cualquier niño de su edad, sentía deseos irresistibles de ponerse todo su atavío, a fin de deslumbrar a sus coetáneos. Muchas veces a escondidas llegó a ponérselos, a riesgo de que, de ser sorprendido, recibiera una recia reprimenda. Porque el carácter del viejo, pese a su jovialidad y cariño, en ocasiones llegaba a “punto de fermentación”, al decir de cualquier buen cubano. En instantes como esos, bien hubiera valido la pena no haber estado por todos esos contornos. ¡Ahora, al fin, Erick se pondría su atuendo nuevo! “Verán los muchachos de mi aula que yo también tengo ropa nueva ¡Ja, ja, ja, que divertido va a ser!” Por eso canturreaba una y otra melodía, mientras se derramaba media ducha y se gastaba un jabón en la espalda… Un instante fue suficiente para que todo dejara de ser como hasta entonces. La casa se estremeció dos veces, con ruidos venidos desde el centro de la tierra, como si un enorme dragón estuviera pugnando por salir a la superficie. Al muchacho eso le produjo mucho miedo, porque pensó que precisamente era eso lo que ocurría, que uno de los personajes de los cuentos se había metido en la realidad de su mundo. Por un instante se le paralizó el corazón y se le congeló la sangre en las venas. Algo inusual, fuera de lo común está pasando. Y su mente infantil le está proporcionando abundantes datos que corroboraran tal presagio. Erick con la cara enjabonada es ese instante sale disparado, pero al momento pierde el equilibrio y cae de bruces. Todo desparece de su campo visual, entre una inmensa nube de polvo. Solo eso es suficiente para sacarlo del mundo en que hasta ahora se encuentra. Cuando logra recuperar el estado de conciencia, siente gritos desgarradores afuera. Un frio intenso le contrae el vientre y todos sus órganos vitales. El cuerpo no le obedece, nada la funciona… El pánico le crece. La angustia da paso la incertidumbre; y esta, a la nada… Pudo ver que su casa se había desplomado. ¡Se encontraba bajo los escombros! Por fortuna las columnas que soportaban la ducha habían permitido que hubiera conservado la vida en el sitio en que se encontraba… A rastras comenzó a avanzar bajo lo que se le había antojado de repente, un infierno… La casa entera se había desplomado sobre ellos… “…sobre nosotros, nosotros…” Y entonces se arrastró con mayor desesperación, en busca de su madre, que había dejado en la cocina… “Mamita…”˗ sus gritos eran desgarradores, pero nadie le respondía, mientras que afuera todo era un corre˗ corre de hormigas locas. Sentía los gritos desgarradores de las personas allá afuera. Pero él permanecía atrapado, desesperadamente atrapado. No hace falta describir la angustia que se le apoderó del alma, porque nadie podría ponerle a esta situación los matices con que la realidad de la vida la sepulta los sueños de golpe. Así que se fue arrastrando hasta llegar el sitio done había dejado a su madre. En el lugar distinguió un enorme charco de sangre. Allí estaba su madre, o lo que pudo ver de ella, porque la mayor parte del cuerpo estaba del otro lado de una enorme masa de placa de cemento que se le había desplomado encima después de haberse fragmentado en dos… Al niño se le vino el mundo encima, sumergiéndose en el abismo de la inconciencia. Permaneció mucho tiempo así, hasta que alguien en su desesperación logró dar con él. Era el Tío Paul, quien había conservado la vida de puro milagro y ahora venía (a estas alturas habían transcurrido dos larguísimos días) con tres de sus hijos a perforar una parte de la pared, desde donde ya comenzaba a emanar un fuerte olor a carne descompuesta. No quería dejar a su madre, pero ya las circunstancias demandaban de otra acción más racional. “Por lo menos me queda papito y cuando regrese, juntos vamos a enterrar a la madre” ¡Pobre gorrioncillo! Qué lejos estaba de saber que su padre, albañil de oficio y único sustento de la casa había sido aplastado bajo un enorme andamio que él mismo había colocado a fin de resanar una pared.
III
Podría contarles mucho más de las peripecias sufridas por este diminuto ser a quien la vida le había jugado una mala pasada, mas siento que de nada serviría escarbar en estas heridas que aún le sangran al chicuelo, quien se encerró en un mutismo de niño autista. Hacía todo lo que le dijeren sin responder una sola palabra. Y cuando debía responder cualquier pregunta siempre lo hacía secamente, solo con monosílabos. Cuentan que en ocasiones se iba al sitio en que estuvo su casa y allí permanecía largas horas en una misma posición, como quien rinde un homenaje, sin que hubiera quien pudiera sustraerlo de sus pensamientos, y cuando regresaba a la casa del tío, que aunque agrietada, prodigiosamente había permanecido en pie, lo hacía con un rictus de dolor dibujado en el rostro. La angustia comenzó a hacérsele mayor al descubrir que comenzaba a ser una carga para sus familiares más allegados. Unas veces debía dormir con el vientre vacío; otras veces casi también. En medio de esto intuía que en algún momento sus primos (¡9 en total!) percibían algún que otro sustento, porque no daban las mismas señales de desesperación que daba a él, el hambre cuando fustiga hasta el cansancio. Pero a donde más podría ir… Así un buen día fue descubierto por uno de los colaboradores de nuestra organización. Y entre nosotros se encuentra…
IV
Un día hablé, en una de mis crónicas, cuando hacía mención al trabajo de la Fundación Nueva Generación Haití, que bajo la batuta de Jorge Nieves entró en nuestro recinto con una manojo de esperanzas, para con ello despertarle el duendecillo de la sonrisa a un niño de los que cohabitan con nosotros en la casa de niños desamparados ¡Era Erick! Recuerdo que en ese entonces prometí volver a hablar de él. Ha corrido mucha agua por los cauces de los ríos, pero he logrado hilvanar su historia para que vean que a veces alguien surca los mares en pos de un objetivo y de golpe se encuentra que ha rebasado todas las expectativas. Porque seguro estoy de que Jorge, Ángela, Barby, Juancho, Kenny, Lola, Gladis, el Dr. Ángel y Jessica, en fin los representantes de la fundación traerían a OEIDIH un carrusel de colores ¡Pero jamás imaginaron que serían portadores de un enorme arcoíris! Realizaron una inmensa gama de actividades en las que estuvo presente la creatividad que da a luz una originalidad nacida del amor por los niños sin amparo. Los pasajes bíblicos les eran presentados desde nuevos prismas, pero en ningún caso perdían su esencia teológica. Así que, bienvenidos al grupo, al cual yo seguía con especial predilección de viejo pedagogo jubilado, en cada una de sus presentaciones. Muchas y variadas eran las tareas que nos correspondía realizar. A mi particularmente me llenó de regocijo el haberles podido ejercer como traductor a una buena parte de sus actividades. Por eso podía ver de cerca el nivel de las emociones que cada día subía hasta los límites insospechados ¡a tal punto que habían hecho sonreír a Eric! No podía creerlo. Había nacido un milagro, como de la mañana nacen los rayos de luz, así el rostro de aquel chicuelo brilló por un instante. Solo por un instante… Después su semblante volvió a sepultarse en la sombra de su mutismo inveterado. Pero realicé un descubrimiento importante: no se le había secado el manantial de la alegría; que había que cavar a profundidad hasta encontrar ese preciado recurso emocional. La pauta que nos sembraron nuestros hermanos de Puerto Rico bajo la batuta del hermano Jorge Nieves en nuestras proyecciones sirvió para que nos empecináramos en encontrar ese cofrecito donde se esconden las emociones. Así que a partir de ese minuto pusimos especial atención en ese pequeñuelo con un único propósito, que le brotara una nueva sonrisa. De más está decir que logramos el milagro que por primera vez descubrieron las actuaciones de Juancho, Barby o los demás que se le presentaron al chico. La actuación de aquellos hermanos nos mostró que nunca se pierde todo el trasfondo de la sonrisa; que al alma aunque la agiten vendavales, le puede volver la tranquilidad; que después de la tempestad, viene siempre la calma; que nunca se debe perder la esperanza cuando se trata de devolver a un niño el brillo perdido en el vacío de una mirada clavada en lontananza, en el espacio sideral; que jamás debemos cerrar con llave el baúl de la ternura.
VI
Y en cada una de nuestras acciones nos desgastamos por conservar intacto ese estado emocional. Y lo damos todo por conservar el embrión de esa sonrisa.
Nueva Genercion Haiti se presenta

domingo, 18 de septiembre de 2011

Como un primer amor

Como un primer amor
Las organizaciones son un organismo vivo. Diríase que en ellas late un corazón, que tienen alma… y tienen un comportamiento humanoide. En resumidas cuentas nacen de la mano de nosotros, los que fuimos creados a semejanza de Dios. Esa es la razón por la cual todo lo que en ellas acontezca debe ser atribuido a la mano de los hombres…
¿Qué hombre o mujer, llegados a la plenitud de sus facultades, en la madurez de sus vidas, no recuerdan con nostalgia los momentos idílicos del primer amor, ese que les sacudió los cimientos del corazón para llevarlos (as) un poco más allá de las estrellas? ¿Encontraremos en este universo convulso a alguna persona (aunque sea una) que sea capaza de sustraerse del momento del suspiro al recordar a la primera persona que un día la invitó a pasear por las estrellas, a cultivar las primeras flores de la vida, a contemplar cómo brotaban en sus manos los retoños de los que nunca más sería olvidado? Categóricamente me atrevería a decir que no. Sería como hallar una aguja en un pajar, o como hallar un grano de arena en un inmenso montón de escombros. En ese rincón del alma donde guardamos los sueños, los amores, las añoranzas… hay un cofrecito especial donde atesoramos lo primero bonito que nos aconteció en la vida. No es cosa de juego el que hayamos aprendido a suspirar mirando las estrellas; que nuestra piel se estremeciera con un impulso virginal al influjo de la primera caricia; que nuestros corazones se convulsionasen ante el impulso de la primera alborada enternecedora… Después vienen otros amores. Casi siempre. Digo “casi”, porque en raras excepciones hay personas que se enclaustran y viven atosigándose, fustigándose el alma con esos dulces recuerdos que ya son patrimonio del pasado. Pero en la gran generalidad de los casos esos nuevos amores logran “hacer” que el individuo salga del anquilosamiento en que se encontraba sumergido… Nuevas regiones celestes vienen a ser contempladas mientras los corazones vuelven a ser objeto de agitación convulsa por otras pasiones. Los días vuelven a tener otros colores… La felicidad vuelve a instalarse en cada quien del modo que le haya tocado… Los grandes escritores siempre hablan del primer amor. Cada cual vivió su experiencia a su manera. En resumidas cuentas la vida es única para cada persona. Nunca habrá dos personas que atesoren exactamente los mismos recuerdos ¡En ese “detalle” radica la inmensa sabiduría de Aquél que nos creó! ¡Nos hizo iguales y diferentes al mismo tiempo!
Nuestra organización nació en el corazón del pastor Ezequiel Batista. De eso ya hemos hablado en alguna de nuestras crónicas. Hoy “noviamos” con otros amigos de diferentes latitudes del globo. Nuestras relaciones han comenzado a crecer. Porque toda obra justa no puede ser puesta “debajo de un almud” como nos aconseja el Maestro en Mateo 5:15, sino que sale para que todos los ojos la vean, a la luz del día, y la contemplan tal cual es, en su justa dimensión. Nuestras relaciones han crecido. Y no decimos que nuestro funcionamiento orgánico sea perfecto, porque aún contamos con las limitaciones que provoca el hecho de no tener un proyecto financiado, razón por la cual nos vemos limitados en el desarrollo de numerosos renglones de actividades en la vida de OEIDIH, y por eso el grueso de nuestras acciones tienen el sello de la improvisación, según se nos faciliten las cosas. Pero la vida de nuestra organización se siente en el latir de los corazones de cada uno de nuestros niños huérfanos. Quizás parezca un hecho intrascendente; pero la inmensa mayoría de los más pequeños, ésos que no pueden camuflar sus sentimientos y se revelan tal y cual son, sin un atisbo de “maquillaje emocional” con el corazón desnudo, sin ropajes…, cuando vienen a ser recogidos, ya de noche, por sus parientes, oponen resistencia ante el hecho de que se los quieran llevar de nuevo para sus respectivas carpas. En varios países del Caribe tenemos amigos. Todos nos quieren. Cada vez que alguno de ellos nos visita, con ellos contemplamos el firmamento, emocionados, como la parábola con que iniciamos esta reflexión. Miramos con ellos las estrellas, porque nos transfunden energías, a través de sus generosas ayudas. Nos dan el calor que en esta convulsa y atrofiante ciudad se necesita a cada instante como una generosa transfusión de amor y de bonanza. Son nuevos amores que le han nacido a la organización. Sin ellos nuestra vida sería poco menos que imposible. Pero cuando miramos por encima del hombro, hacia atrás, recordamos con nostalgia nuestro primer amor. Su nombre es Petra, una ciudadana checa que nos tendió la mano por primera vez, cuando la barco de OEIDIH amenazaba con “hacer aguas” en el inmenso océano de la incertidumbre. Nos lanzó una balsa en la que nos pudimos refugiar cuando nuestro comienzo era realmente incierto, cuando casi nadie creía en nosotros, cuando muchos pensaron que éramos unos aventureros de pacotilla que habíamos venido a “negociar” sobre la base de los sentimientos y las desdichas de otros... No. Petra fue la primera persona que caló en nuestros corazones y vio en ellos en germen de la piedad que genera el hecho de ver a niños huérfanos cabalgar sobre el corcel desenfrenado de la miseria, rumbo a un precipicio insondable y salir disparados, a riesgo de nuestras propias vidas, y atraparle la brida, justo un minuto antes de llegar al borde del precipicio, para hacerlo detener su desenfrenada carrera hacia la nada. Supo desde un primer momento que nosotros vinimos a Haití a tender la mano a las personas que clamaban por el concurso de nuestros esfuerzos. Por eso (¡Oh, nostalgia bendita!) hoy “noviamos” con otros amigos. Nuestras relaciones son muy sólidas. Cada vez que alguno de ellos nos visita, llega al hogar de niños desamparados un carrusel de colores. Como decimos en buen cubano se arma la gorda. En ocasiones la algarabía es delirante. Hay ocasiones en que los “entretenemos” en alguna tarea, a fin de que no descubran la llegada de algún amigo de ultramar. Basta con ver el delirio con que saltan dando alaridos re regocijo, cuando lo descubren que alguien los ha visitado… Nosotros también lo celebramos. El gozo inflama, dilata las aletas de nuestras narices; nuestra respiración se entrecorta; nuestros corazones se llenan de gozo: la alegría de nuestros “hijos” es nuestra propia alegría, y festejamos el encuentro, descorchando imaginariamente el champan de la victoria: Pero en nuestros corazones hay un rinconcito en el que late, rutila una estrella. Esa que nos depositó el primer amor nacido de Petra. Petra, OEIDIH jamás te podrá olvidar. Jamás te va a olvidar. Lo boca de OEIDIH, a través del ciberespacio quiere depositar en tu mejilla un cálido beso de agradecimiento, porque fuiste nuestro primer amor.

domingo, 4 de septiembre de 2011

UNA PAGINA ROTA




I
Hoy no es un sábado cualquiera. Los rostros de los niños están tristes, cuando debían estar alegres: en realidad cada sábado se convierte en motivo de festividad. Los niños cantan, ríen, danzan, patean el balón dentro del reducido espacio geográfico de nuestra institución, todo hecho tras el secreto y discreto propósito de recibir luego la merienda, y un poco más tarde el almuerzo, que en la mayoría de los casos se convierte en la única porción de nutrientes que entra en el famélico cuerpo, y de recibir las porciones de enseñanza, que en nuestro contexto evangelizante se convierte en una comunión espiritual de elevadas dimensiones. Hoy las niñas y niños de OEIDI no sonríen como de costumbre. Es como si se hubiera cubierto el recinto con un velo fúnebre. Realizan las acciones como autómatas. Eso sí. Nadie llora. Después del 12 de enero de 2010 el haitiano ha aprendido a no llorar. Tanta lágrima se ha secado dentro de su alma que ahora resulta algo más que imposible sacarle una gota de ese estanque lleno a plena capacidad. Se les ha formado en el corazón una especie de costra sobre la cual flota la indiferencia. Vieron tantos muertos “viajar” amontonados sobre las plataformas de los camiones, unos sobre otros, rumbo a las fosas comunes, después del terremoto; vieron tantas “modalidades” de muertes bajo los escombros, tanta gente boca arriba o en otras posiciones, con los cuerpos descompuestos, putrefactos, roídos por los perros famélicos de Puerto Príncipe, que ahora la muerte, para ellos es como una noticia acre, que les retuerce el paladar del alma; pero quizás, eso y nada más. Quizás esa sea la razón por la que hoy no sea un sábado cualquiera. Los niños apenas sonríen, y hacen las cosas como movidos por el resorte de la disciplina… ¿Cuál será la causa de tanta consternación?
II
Suele suceder que casi nunca nuestros cien niños asisten a la cita sabática. La media habitual fluctúa entre los ochenta y los noventa; incluso, en ocasiones hay menos de esa media. Muchos son los factores que convergen en la consumación de este hecho. La causa principal: ha faltado el dinero con que pagar el medio de transporte desde la casa hasta la sede de nuestra organización. La tap tap, el típico medio de transportación urbana de Puerto Príncipe cuesta bastante caro, y no siempre es posible hacerle frente, sobre todo en aquellas personas, cuya economía depende de las dádivas de otros durante un período de siete o más días. Las enfermedades también los “visitan” frecuentemente. Y a pesar de que en nuestros programas de rehabilitación tenemos asegurada la presencia gratuita de médicos que una vez al mes los “revisan de pies a cabeza”, como solemos decir en buen cubano, o en buen caribeño, en muchas ocasiones puede verse diezmada nuestra tropa a causa de alguna dolencia repentina. Si entre ellas incorporamos el cólera, que en estos tiempos se ha enervado bastante en Puerto Príncipe, tendremos el cuadro total de las razones por las cuales cuando falta un niño, no lo echamos de menos, aunque sí nos causa inquietud y preocupación. Pero casi nunca una ausencia de niño nos hace desplegar una acción inmediata e instantánea, rumbo al niño ausente. Las causas han sido enumeradas en renglones precedentes De modo que no es un hecho extraordinario cuando no vemos a uno de nuestros inquilinos-hijos en nuestro hogar de niños desamparados. Siempre damos por descontado que cuando alguna cara ausente “acude” a nuestra memoria, luego de hacer el pase de lista sin que responda “prezan” (presente), es por la causa a que ya aludimos. En el próximo sábado se ponen al día. Se cuentan las aventuras que se perdieron y casi con una auto reconvención en la mirada, se actualizan, a la par que empiezan a incorporarse al tren de las actividades que es hemos preparado…
III
La noticia nos llegó seca, rotunda, como un mazazo demoledor. Jackeline Saintfleur, hermana de uno de nuestros alumnos huérfanos-beneficiarios, apareció muerta. Tuvieron que transcurrir dos largos días para poderle dar sepultura, porque aquí las cosas más simples toman matices de complejidad extrema. Tal es el precio de una burocracia que se atrinchera detrás de un cuadro dejado por la desolación de un paisaje en blanco y negro. Porque en Puerto Príncipe vivir es un gran problema para una mayoría aplastante de personas. Cuesta muy caro cualquier recurso mínimo de subsistencia, que hace que vivir sea un reto…Pero si eso es difícil, ¿cuánto más no sería morir (paradojas de esta vida terrenal) en un contexto en el cual después de “despedirte de los vivos” no puedes encontrar, siquiera una sepultura digna (¿Usted se sorprendería si le dijera que el cementerio de Petion Ville, el mayor de esta ciudad capital fue demolido y allanado, con la finalidad de construir otras instalaciones “más importantes”? No se sorprenda. Parafraseando al poeta cubano, Manuel Navarro Luna, os digo: “… es Puerto Príncipe, no os asombréis de nada…”) Perdóneme la elucubración, necesaria, para decirle que durante dos largos días –según pudimos conocer después–la hermana de uno de nuestros niños permaneció insepulta porque no se podía conseguir un sarcófago en el cual enviarla al sepulcro “de los condenados en vida”. Después del 12 de enero, morirse constituye un motivo de lucro para muchos. Los precios de los ataúdes se han disparado hasta las nubes, y luego se les perdió el camino de regreso a tierra. En esas condiciones, en ocasiones, a veces a la gente, pienso, le dolería morirse, con tal de no poner en aprietos a sus seres más queridos. Paradojas que tiene la vida.
IV
Hoy hemos conocido, por boca de uno de nuestros niños que Ruthney Dorinvil (la que nos mira desde el fonde de unos ojos interrogantes, en las fotos que compartimos) no pudo venir el sábado pasado, pues su hermana dejo de existir. Había estado durante tres días con depresión, mirada lánguida, pasos cansinos, respiración entrecortada. Aquí en Puerto Príncipe eso no es una señal de alarma. ¡Cuánto niño aquí no padece de este síndrome! Había salido en varias ocasiones a conseguir una dádiva, de esas que en ocasiones, manos indiferentes le dejan caer, de paso. La cosa, al parecer se le había tornado difícil, porque hacía varios días que había estado regresando con las manos vacías. Así que, dedujimos, por el cuadro que nos mostraron después, que había dejado de existir, a partir de un cuadro de hipoglucemia, producto del hambre que la había estado azotando despiadadamente. Manifiestan que no podía moverse; sudaba en abundancia, al tiempo que pedía un “siret” (caramelo), que nunca le pudieron dar. Quienes la acompañaban no son sus padres. Ellos murieron en el terremoto. Son solo parientes, quienes la tenían consigo para “darle manutención”; de modo que no podemos decir que hubiera totales niveles de ocupación hacia la niña. Hoy, por los detalles que recibimos sabemos que la habían estado empleando como restavek, una modalidad de esclavitud doméstica, que pulula en Haití, de modo que le cerraron todas las puertas de salida de la misma hacia nuestra organización. Así que lo que hubiera podido ser una válvula de apertura hacia la vida, se le tornó en una barrera infranqueable. Y a la niña no se le permitió salir del recinto en el que se encontraba, hasta que por iniciativa propia, una buena tarde, decidió escapar, luego de escalar una elevada tapia que la incomunicaba con el mundo exterior. Vagó así, por las calles de Cite Soleil (Sitesoley). Pero como no había “aprendido el arte de pedir” nunca encontró sustento. Se fue deprimiendo, el mundo se le fue achicando, que Puerto Príncipe le comenzó a caer sobre la cabeza. Y ya usted sabe cuán pesada es la carga de referencia. Así, como quien comienza una cuenta regresiva, la niña vio que a su reloj de arena se le acababan los granitos…
V
Oídme bien, vosotros, los que un día prometisteis ayuda a esta conmocionada nación que se deshace entre los índices de la indigencia extrema. Vosotros, los que un día, después del fatídico 12 de enero le disteis esperanzas de reconstrucción a una nación que tuvo la oportunidad de ver desbordarse su río de lágrimas, entre el desconsuelo y la angustia ¿Por qué habéis olvida vuestro pacto de solidaridad con un “caído”? Mirad cómo se desmiembra sobre sus propios escombros una nación, cuyos niños andan por las calles sin comprender por qué la realidad se ha ensañado con sus existencias. Hay muchas Jackeline Saintfleur en el torbellino de la agitada incertidumbre, demandando un mísero mendrugo de pan, sin comprender la causa por la cual sus manos permanecen vacías. Algunos se rompen el velo de la esperanza mientras esperan en una esquina, ahítos de polvo, que después de limpiar uno, dos, diez, o más parabrisas, entre piruetas e increíbles malabarismos, alguien les deje caer una limosna… que en la mayoría de los casos, no les llega. Otros, más abiertos a la realidad, se dan al pillaje, al robo, en una ciudad donde este acto puede conducir hasta la muerte. Escuchad esta reconvención: el dedo acusador de Haití os apunta al rostro. Haití sacude frente a vuestras narices los trapos rotos de su miseria, a ver si recordáis por un instante que fue la primera nación en sacudirse del yugo de la metrópoli gala, y ahora navega en las aguas turbulentas de la incertidumbre, en una espiral vertiginosa que se los traga en un punto invisible de la nada en se transforma su abismo insondable ¿Es que no habéis percibido que se nos deshace entre las manos el destino de una nación que todos tenemos la obligación de ayudar, y ninguno de saquear? Es hora ya de que os quitéis las máscaras… ¡La fiesta de disfraces hace tiempo terminó! ¡Pongamos por bandera la dignidad y el decoro! ¡Démosle la mano de una vez, y ayudémoslo a ponerse de pie, porque la posición en que permanece, allá abajo, es demasiado ignominiosa, ominosa y aberrante!

lunes, 8 de agosto de 2011

Sólo por amor, y nada más que amor



La tormenta luego devenida en huracán tropical Emily nos trajo un poco de amargor en los labios y en el alma. De un lado estaban los más de un millón de seres humanos que bajo las carpas esperaban por la decisión del Altísimo… Si pisaba el suelo haitiano sobrevendría la hecatombe. Podía haber muertos hasta de un infarto. No es cosa de juego el esperar una masa de aire que se desplaza a grandes velocidades, amenazando con llevarse todo cuanto se interponga en su paso arrollador. Por otro lado nos atenaza la angustia de la separación…Literalmente nos atenaza el cuello, porque se acabó la semana de confraternización que la organización portorriqueña de misioneros “Nueva Generación Haití”, que bajo la dirección del querido hermano Jorge Nieves y un grupo de apasionadas personas, de los cuales ya les habíamos esbozado un aperitivo informativo hace solo unos días, hicieron estremecer nuestros cimientos de emoción. Tanto amor desbordado no cabría en estas raquíticas páginas.
Tras el abrazo que siempre precede las separaciones angustiosas, las lágrimas arrasando los ojos de cada uno de los protagonistas mientras se disponía a tomar el auto que los trasladaría al aeropuerto de la capital haitiana “Tousaint Louverture” yo me preguntaría cómo se pudo sedimentar en tan breve tiempo un amor que solo importa a las personas afiliadas a las grandes causas. No es común que dos grupos de personas con solo una semana de haber trabado conocimiento hayan constituido un lazo de amor de tanta solidez, al extremo de que al momento de la separación, el huracán haya ocupado un segundo plano, aún con la ola de amenazas que sobre la capital del país más deteriorado del hemisferio ¿Cómo podría haber sido posible que la despedida se hubiera convertido en una acontecimiento de profundo dramatismo? Lágrimas pudiera haber en los oijs de una persona. ¿¡Pero en los ojos de todo el colectivo, lo cual incluye a los que se van y los huérfanos que se quedan?! Parece poco probable que usted encuentre la repetición de este hecho en otra latitud del planeta o en otro momento del devenir de nuestra historia. Si me lo preguntaren, tal vez no sabría explicar con lujo de detalles la causa. Tal vez haya que encontrarla en el amor que Dios nos ha insuflado a todos los que creemos en Él. Quizás usted me entendiera mejor si fuésemos a los inicios…
II
Es bien estrada en la tarde. Los niños esperan visita. Es normal que esto suceda. Ya nuestra institución va siendo un poco la noticia del Puerto príncipe lastimado por las circunstancias y por la propia sociedad que se encarama sobre los escombros para ver pasar su cadáver, sin hacer algo por remedia su situación lamentable. Descargan sus valijas los visitantes y se presentan: Jorge y Ángela Nieves (Un lindo matrimonio que nos regalaron el amor a cántaros); Juan Ferrer Pérez y Bárbara León Cournier, otro matrimonio que tienen las manos habituadas a regalar estrellas a los desventurados; Gladis García; Dolores, (Lola) García, quienes vinieron con un doctor, cuyo nombre se nos ha escapado de la agenda, porque no se estuvo todo el tiempo, sino que al final de su consulta se retiró con una maleta llena de recetas para el envío de espejuelos a todos los niños de OEIDIH. Kenny, el más joven del grupo se convirtió en el mayor foco de atención.
No más que bajaron sus valijas, y nos presentaron sus credenciales, se dieron a conocer con nuestros niños. Y a los pocos minutos ya eran como de la familia. Debo advertirle que nuestros “hijos” están acostumbrados ya a Ver el amor por doquier; sin embargo hay veían el amor de otra dimensión; un amor que saltando la frontera y la distancia, se les presentaba así, como si nada.
III
Amanece. Desde muy temprano Bárbara, quien es un poco como el alma del grupo, prepara las sorpresas de los niños. Títeres, actores improvisados, muchas veces salidos de entre los propios espectadores, artistas de última hora, se van fogueando en al desarrollo de las actividades diseñadas para que nadie cometa la osadía de olvidar estos inolvidables momentos. Los niños ríos, baten palmas, acaparan las enseñanzas que teniendo un trasfondo bíblico, se l es cuelan por los poros y por el espíritu. Cada momento es único, irrepetible, singular. Son escenas nunca vistas. Pero lo que más les llama la atención es la rápida retro-auto-asimilación que logran entre sí los miembros de ambos colectivos. Y yo, que acostumbrado estoy a estos avatares, me quedé perplejo. Dios se ha encargado de hacer la maravilla de encanto; de fabricar desde el fondo de un corazón que hasta ayer no había sonreído, ni con las actividades que nosotros acostumbramos a presentarle, una sonrisa cristalina, como de un manantial de aguas cristalinas que se desliza por una pendiente escarpada.
Hermanos de Puerto Rico, OEIDIH quiere dejar constancia pública de nuestro agradecimiento. Trajeron amor, y no lo escatimaron. Y solo por amor pudieron hacer el milagro de trocar una nube oscura en arcoíris; o un turbulencia en tintineo de campanas. Gracias a Dios …Y a ustedes. Solo se ha podido lograr este milagro, por amor
ija

lunes, 1 de agosto de 2011

Amor a manos llenas



Razones ajenas a nuestra a nuestra voluntad han hecho que nos hayamos mantenido alejados de nuestros lectores. Compartimos otros quehaceres en este laborioso país; y las circunstancias nos impusieron un conjunto de actividades impostergables. Vencido ese obstáculo, volvemos, a la carga con elementos de interés.
Hace cuatro días la organización OEIDIH recibion la bendición del Altísimo. Un grupo de misioneros de la hermana isla de Puerto Rico, liderados por los hermanos (y una sola carne en Cristo) Jorge y Ángela Nieves, quienes lideran la organización benéfica y misionera Misioneros Nueva Generación de Haití. Ellos movidos por el interés despertado por nuestros niños se han acercado a OEDIH a fin de tomarles la temperatura espiritual. Y eso han hecho a lo largo de todos los días que han permanecido entre nosotros, compartiendo nuestro techo, nuestra mesa, nuestras alegrías, nuestro amor, nuestras esperanzas, nuestro Dios y todas las cosas buenas que de sus corazones brotan.
Han sido tantas las actividades desarrolladas que va a resultar difícil poderlas resumir en unas pocas páginas. Esa es la razón por la cual prometemos a nuestros lectores írselos presentando a medida que nos vayamos adentrando en el desarrollo de nuestro quehacer informativo. De nada valdría que habláremos de todo el conjunto de actividades realizadas por los mismos sin antes haberselos Conocer a tan ilustres sujetos, quienes tripulando un carrousel de alegrías destaparon el cofre misterioso donde duerme el duende de la imaginación de nuestros niños huérfanos. Basta decir que solo por la magia de ese amor que nos inspira el Espíritu Santo lograron el milagro de arrancarle una sonrisa a uno de nuestros niños a quien nunca pudimos ver esbozar siquiera un atisbo de alegría. Fueron varios días los que tuvo que convivir con sus padres muertos bajo los escombros, y cuya vida se salvo milagrosamente en una historia apasionante que quizás un día, cuando el tiempo lo permita, se la pueda contar. O que importa ahora es que product de todas las actividades realizadas por estos misioneros se nos agrandó, se nos dilatٕó de gozo el corazó al verlo sonreir, y más, reír a mandíbila bariente. Qué no se logra cuando tenemos presente el amor. Pore so convengamos en una cosa. Yo se los presento, y en un próximo momento les iré hablando de cada uno de estos ilustres inquilinos que desembarcaron en neustras playas con una barco de amor. A Dios las gracias por tan spiritual regalo.
Un dato adicional Esa que sonríe, abrazada de una pequeñuela es la misma Sandra, a quien las circunstancias nos unieron para estar juntos en las malas y en las buenas,
y a quen ustedes ya conocen de otros relatos, en los que el color de la sonrisa, como nuestro primer niño, se había esfumado de su rostro.
MSC Arnoldo Civil Urgelles

miércoles, 6 de julio de 2011

La fe mueve montañas

Las Sagradas Escrituras dan muestras inequívocas de que esta herramienta espiritual es capaz de ponernos a la altura que nuestro Padre desea. Pedro caminó sobre las aguas hacia el Maestro; y si no le hubiese fallado a última hora, habría llegado a donde el Mesías. Elías provocó sequías y lluvias y también cruzó el Jordán, con los pies secos. El Maestro nos ha dicho que si tuviéramos la fe “como un grano de mostaza”, podríamos dejar grandes huellas en esta vida. En eso pensaba hace unas horas cuando analizaba las proyecciones de nuestra organización OEIDIH para este mes. Por supuesto, cuando se proyectan acciones para etapas futuras, siempre hay que partir de los meses o momentos anteriores.
Nuestra área de acción son los niños huérfanos, fundamentalmente aquellos que fueron arrancados de cuajo del seno de sus familias. Sin embargo a raíz de los recientes aguaceros que provocaron más de 26 muertes en los alrededores de Petion Ville, se nos acercó una organización internacional, la Organización no lucrativa Maestra Sing Hai, quienes conociendo de nuestra transparencia, nos pidieron colaboración a fin de canalizar a distribución de alimentos para las personas damnificadas de la presente temporada ciclónica. Nuestra disposición a punto, provocó que fuésemos a la frontera a recibirlos con la preciada buena nueva. La costarricense Silvia, al frente de la comitiva, nos provocó algunas noches de insomnio. Todos conocen que hay carencias alimenticias en esta nación. Eso exaspera a los famélicos protagonistas que se desprenden de esta historia, lo que desencadenó una ola de pensamientos. Al fin el reparto de alimentos. Más de 600 núcleos familiares fueron abastecidos con los diferentes productos alimenticios traídos, gracias al gesto desprendido de esas personas…
Usted me podría preguntar ¿Y qué tiene que ver esto con la fe? Pues podría decirle que mucho. La mayoría de las acciones que emprendemos en el seno de OEIDIH tienen como base nuestra confianza en el concurso del Altísimo. En un fin de semana no tenemos alimentos para dar a nuestros niños, y a la semana siguiente nos aparece alguna organización con algún recurso a fin de que no se rompa el equilibrio de nuestras acciones, ni el flujo de nuestra labor. Siempre nos sorprende el alcance de nuestra confianza en Dios, el que nunca nos ha dejado desamparados. Para que usted tenga una idea, nosotros hemos enarbolado en Haití un nuevo concepto del orfanato. Nuestros niños han visto enarbolado bien en alto la bandera de la dignidad. Sin un proyecto financiado sería imposible llegar hasta donde hemos llegado. Pero nuestro Padre no deja desamparados a sus hijos. En el momento en que recibimos la llamada desde Costa Rica para ofrecernos la donación de alimentos a los damnificados de la presente temporada ciclónica, comentábamos sobre la necesidad de que esas personas recibieran una asistencia a fin de paliar sus necesidades. Y la respuesta llegó certera, tajante y efectiva. Gracias a Dios por tanta magnanimidad. No dudamos de que en algún momento recibiremos la respuesta de que alguien es este mundo, con el corazón sensible ante las personas que deambulan por las calles sin la presencia de un padre o de una madre, nos diga. “Hemos decidido financiar el proyecto de niños huérfanos de OEIDIH” De eso no tenemos duda alguna, porque la fe mueve montañas.



MSC Arnoldo Civil

viernes, 1 de julio de 2011

करता दे रेकोनोकिमिएन्तो देल पुएबलो haitiano


Carta de reconocimiento del pueblo haitiano

Reconocimiento

La Dirección de la Organización Evangélica Internacional para el Desarrollo Integral de Haití (OEIDIH) quiere dejar constancia de nuestro agradecimiento (y de paso el reconocimiento de toda la población de Puerto Príncipe) a la organización “Maître Suprême Ching Hai” (“Supreme Master Ching Hai”) por el maravilloso gesto que han tenido con los pobres de esta nación haitiana, al canalizar a través de nuestra organización humanitaria con fines no lucrativos (OEIDIH(, la entrega de un módulo alimenticio para la alimentación una familia promedio de 7 integrantes, durante 30 días, en la cuantía de 667 familias a quienes el hambre tenía atenazados a punto de previa muerte. Es sin lugar a equívocos, un gesto que sembrará precedentes en los anales de la solidaridad humana, que Dios sabrá reconocer con creces a la hora de la valoración final de nuestra conducta ante los más necesitados.
Sirva, pues, esta misiva como vehículo de agradecimiento a todos los directivos de dicha organización, quienes contribuyeron en tan noble y humanitario gesto.
Saludos agradecidos, de,

Comité de Dirección de OEIDIH

सदम हुसेन नो एस सदम Husein



Sadam Husein no es Sadam Husein


Sadam Husein fue un líder iraquí cuyo, epílogo todos conocemos. Murió como consecuencia de la agresión que recibiera su país, y por consiguiente, su historia terminó con un tanque de agua fría (¿o un tanque de guerra?). De hecho, ahora no vengo a hablarles de ese hombre cuyo epílogo yace bajo los escombros de una invasión multinacional. Vive con nosotros, en OEIDIH, nuestra organización no gubernamental sin fines lucrativos, otro Sadam Husein que se mueve en la misma geografía, pero quizás en otra dimensión social o histórico˗ emocional ¿Por qué le pusieron ese nombre? Realmente no sabría decirlo. Tal vez inspirados por una secreta simpatía hacia el homónimo iraquí. Lo cierto es que sus padres yacen bajo los escombros de un edificio múltiple de Puerto Príncipe, que aún no ha podido ser rehabilitado. (Hay una buena cifra aún de edificaciones en las que aún nada se ha podido hacer. La fiebre “humanitarista” post sísmica de las naciones que prometieron ayuda después del 12 de enero de 2010, ha bajado por debajo de la raya roja del termómetro que mide la efectividad solidaria en este maltrecho globo terráqueo). Pero bueno, volvamos a los padres de este nuevo Sadam Husein, un adolescente haitiano, cuya vida se conserva de puro milagro. Regresaba de la escuela cuando la conmoción telúrica convirtió a esta nación, ya famosa en nuestro hemisferio, por la cronicidad de sus niveles de pobreza, en elemento permanente de primera página. Él y tres de sus amigos jugueteaban en las calles de una cuidad movida por la indiferencia y la monotonía. Nada puede deprimir tanto como una tarde en la que la basura es la misma de la semana anterior y el hambre de muchos estómagos no ha podido ser mitigada desde hace varios días. Envueltos en sus abigarrados uniformes juguetean ajenos de todo. De pronto una sacudida violenta los ha dejado envueltos en una nube de polvo. Un corre˗ corre altera el ritmo de la gente que ahora se mueve como las hormigas locas. En estampida se disparan hacia sus casas. A Sadam se le congela la vida. La gente alborotada da alaridos alrededor de un montón de escombros, bajo los cuales se hallan los suyos.
II
Sadam pasó a ser “patrimonio familiar” de una antigua vecina, amiga de la familia, quien por razones sentimentales asumió su manutención de forma definitiva. En honor a la verdad desempeñó con bastante eficacia su rol humanitario. Pero la suerte quiso jugarle una nueva mala partida. Tres meses después del sismo, ella fallece, dejando al muchacho solo en el apartamento que la finada había rentado por un año. Los dueños lo echaron a la calle. Fueron muchos los sufrimientos del pequeño, que dormía en cualquier sitio, desde donde terminaban echándolo. Así que al otro día era protagonista de una nueva aventura. Así, noche tras noche, al chico se le ocurrían nuevas inventivas para poder subsistir. Una limosnita aquí, otra allá, y lograba equilibrar el metabolismo estomacal.
III
OEIDIH, nuestra organización no gubernamental sin fines lucrativos, es un sujeto de fuerza social, porque los problemas de los niños desamparados son sus (nuestros) problemas. Por eso cuando conocimos de la penosa situación del protagonista de nuestra historia nos dimos a la tarea de localizarlo. Así que ordenamos a una de nuestros colaboradores Se Laplante, una dinámica trabajadora social haitiana, para que nos encontrara una pista que condujera el desdichado Husein. De esta manera navegamos varios días en aguas inciertas…hasta que apareció el muchacho. Uno más de montón de niños demacrados. Macilento, la ropa raída y el corazón hecho jirones, porque la vida se ha ensañado con él, jugando varias partidas en su contra. En su mente no cabía la idea de que estuviera en una casa, que un techo le prometiera una noche y un poco de calor (ambiental y humano)
No tenemos recursos para asumir el reto, pero lo tenemos entre nosotros. Compartimos nuestro pan, y la bendición de Dios con él. Hay que decir que solo al cabo de un mes hemos podido descubrirle la sombra de una sonrisa. Por las tardes juega futbol con sus correligionarios o hermanos de infortunio (¿de fortuna?). Y en ocasiones ha llegado hasta a dirigir nuestros servicios devocionales. Siempre da gracias a Dios porque le ha regalado a unos nuevos padres, de los que no quisiera desprenderse, porque no quiere volver a las calles. Le da miedo el destino incierto, del que tanto se habla. Su cuerpo se eriza solo de pensar que pudiera ir a parar en una caldera vudú o el hambre pudiera acabar con su existencia.

lunes, 20 de junio de 2011

Agradecimiento

Od počátku roku nám pomáhají Jarda Mráz,Petra Musilová,Zuzka Trnková,rodina Stopková,Skalinová,Lakomá,Burgetová,Kosková,Durníková,Kollerová,Kálavská,slečna Matušová,
Speciální poděkování Katce Ludwigové,Ireně Strykové a kolektivu Autoelegance Honda Brno.Obrovské poděkování paní Sylvě a paní Hamříkové,které pro děti věnují mnoho peněz.A velké poděkování Pavlínce Skalinové.
Rodině Zigové a Saidlové,Mechovcům a panu KEZNIKLOVI,za pomoc,rady a povzbuzení.A moje speciální poděkování Ireně Strykové a Zuzce Trnkové.

jueves, 9 de junio de 2011

Con esas manos, andamos

La organización OEIDIH siempre ha querido dejar constancia de nuestro agradecimiento por las personas que nos han dado la mano solidaria, sin lo cual nuestro propósito sería, nada menos que imposible, porque, como hemos dicho en otras ocasiones las misiones se realizan con los pies de los que van, las rodillas de los que oran y las manos de los que dan. Muchas personas aún no tienen la explicación del porqué sin aún no tenemos presupuestado un proyecto, podemos tener uniformes para todos nuestros niños; o por qué podemos dar alimentos a una centena de bocas hambrientas, sin que nos falle un solo sábado (hasta ahora); o por qué podemos dar comida a diez niños deformas sistemática todos los días; o por qué podemos organizar consultas clínicas para tantos niños, haciendo extensivo en ocasiones este reto a una parte de la comunidad; o por qué hemos podido rescatar la dignidad de tantos niños que habían llegado a nosotros con el alma colgando de un clavo, en el centro del pecho… Eso sólo ha sido posible porque hay personas de buen corazón, que como la señora Petra, de la República Checa, la señora Hamříková, otra conciudadana de Petra o la señora Sylvia, otra inglesa de buen corazón…de cuando en cuando nos tiran un pedazo de soga para que nuestra frágil embarcación no toque fondo y podamos continuar la travesía, cuyo final no podemos vislumbrar allá en lontananza. Porque sabemos. Es mucho lo que Dios demanda de nosotros, pues no podemos dejar abandonada en medio del camino a tanta persona necesitada de una mano conductora. Por eso cada vez que terminamos de comer damos gracias a Dios, porque ha puesto a estas personas en nuestro camino. (¿O nos ha puesto en sus caminos para que su magnanimidad tome forma volumétrica?) Sin ellas habríamos sucumbido sin rendir cuenta de una travesía acabada.
MSC Arnoldo Civil Urgellés

domingo, 5 de junio de 2011

SABADAZO













I
El ómnibus devora con audacia las intrincadas vías de Puerto Príncipe, de regreso. Ha sido un día intenso, pero los rostros reflejan alegría, que se multiplica tras los compases contagiosos de una kisomba cristiana, que le arrebata las manos del timón al conductor, para hacerlo canturrear, de cuando en cuando, la melodía que se nos pega. Una tras otra desfilan las melodías, que arrancan pasillos improvisados en el interior del vehículo de transportación masiva. Todos nos movemos acompasadamente. Algunos muerden una masa de algodón con tela antiséptica, porque les han extraído algunos dientes o molares. ¡Pero esos también se mueven! Cualquiera que los viese se aventuraría a decir, como dijo un cubano de rancio abolengo en una fiesta de igual talante: “¡Que pare el que tenga freno!” A nuestro lado viaja la portorriqueña Deliris Carrión, a quien agradecemos interiormente el habernos asegurado el transporte que nos conduce en este momento. El pastor Ezequiel Batista me interroga con la mirada, como si quisiera saber mi punto de vista en relación con los acontecimientos del día que fenece. “Ha sido lo mejor que hemos visto en OEIIH. Simplemente un sabadazo” le contesto, al tiempo que me dispongo a recorrer los laberínticos argumentos que me han hecho formular tal afirmación. Para ello doy un paneo retrospectivo en el recuerdo…
II
A las ocho de la mañana hay ansiedad en las miradas. Se presagia tormenta, aunque los más avezados dicen que sólo por la tarde podría llover. De todos modos Ezequiel tiene convocados a los cien niños que conforman el Programa OEIDIH, porque los médicos portorriqueños nos han ofrecido sus inestimables servicios de Estomatología. Por un minuto recuerda que tras un dolor de muelas intenso tuvo que pagar 40 dólares para hacerse una extracción. ¡Qué va! ¡De ningún modo podemos perdernos esa oportunidad! Y se pasea impaciente, ente la no llegada del ómnibus que nos prometió llegar a las siete y cuarenta. Él ha declarado por fe que el evento se desarrollaría, y ahora espera una respuesta de lo alto, y también de los de acá abajo. ¡Al fin la guagua! Todos abordamos el ómnibus. Unas ochenta personas entre niños y adultos en una mañana que presagia incertidumbres atmosféricas, dentro de un ómnibus, cuyo chofer parece ser el más jacarandoso de todo Puerto Príncipe, a juzgar por sus ademanes al compás de cada canción cristiana. Unas fotos para la posteridad, o la memoria gráfica, y ya estamos en marcha. El ómnibus devora las distancias, burlando trabazones y embotellamientos, porque sin saber cómo, se las ha ingeniado el chofer para burlar el flujo vial y romper todos los pronósticos. Nos encomendamos a Dios, y cantamos. Cantamos porque nos lo pide el cuerpo, porque tenemos a varias decenas de huérfanos cantando a nuestro alrededor, sin que por un momento recuerden su condición de niños arrancados del seno de sus padres; cantamos, porque aunque no contamos con el financiamiento del programa en su conjunto nos vamos hacia adelante, porque “por la fe el justo vivirá”, sentencia la Palabra. Así que aunque no tengamos aprobado el proyecto que sustente el desarrollo de todas las actividades que tenemos concebidas, vamos hacia adelante. Finalmente cantamos porque vamos a un encuentro con otros orfanatos. Los nuestros llevan el sello distintivo de un nuevo concepto de estos centros, donde los patrocinadores son una especie de padres adoptivos, y no unos impartidores de órdenes secas e imperiosas. Allí nuestros niños podrán dar muestras de que aunque no tenemos recursos tienen organización estricta. Todos van con el uniforme azul, en cuya espalda resplandece la palabra OEIDIH. Y en sus rostros florece la esperanza que nace de la alegría de saberse amparados… Y así, entre canciones, nos sorprende la institución de Iniciativa Comunitaria…
III
El día “se ha portado” de lo mejor. Ni una llovizna durante todo el tiempo. De modo que nuestro programa se desarrolla como estaba previsto. Los estomatólogos han descubierto bocas de una virginidad estomatológica increíble. Bocas con dientes que no habrían resistido una semana más. Bocas que por un milagro de la supervivencia no habían hecho estallar en llantos a sus dueños. Simultáneamente otras bocas entonan canciones, y se estrenan con músicos profesionales que han venido de Puerto Rico a cantarle a la esperanza, y a fundar el imperio del amor. Y sin ensayo “suben” a la tarima imaginaria. Pero cantan. Cantan a Dios… Cantan al dolor y a la alegría. Cantan a una ciudad que se estremeció desde sus montones de escombros, llevándose la imagen de sus padres, que se esfuman ahora en sus recuerdos… Los visitantes les regalan maracas (o “tchatcha”s, como se les dice por acá) y se arma la gorda, porque un concierto con más de cien maracas no hay quien lo entienda, sobre todo si tenemos en cuenta que cada maraquero tiene un concepto rítmico diferente y tiene también un diseño musical distinto. Pero al final una ensalada musical de tonalidades especiales es algo que el oído más ingrato no deja de apreciar positivamente, si tenemos en cuenta que es un espectáculo irrepetible. Teatro, con nuestro grupo Challenger y otras representaciones escénicas, entre las cuales los de los demás orfelinatos tuvieron una participación más destacada, fueron motivos para matizar nuevas escenas en un contexto totalmente innovador.
III
La doctora Luz es la directiva de Iniciativa Comunitaria, una institución que nos da asistencia una vez al mes con médicos que vienen desde a nación boricua a solidarizarse con nosotros los que de algún modo tenemos Haití en los genes y en el alma. Ella facilitó la infraestructura para que este evento se desarrollara con todo éxito. De modo que no resultó extraño que al final del evento todos los médicos, estomatólogos, auxiliares y demás personal paramédico se fundieron en un abrazo múltiple con los niños nuestros. Eso nos dio la medida de que los niños de nuestra institución agradecieron con el alma el que les hubieran dado un espacio en el corazón de los la nación de Albizu Campos…
…Ahora el pastor Ezequiel Batista me interroga con la mirada, como si quisiera saber mi punto de vista en relación con los acontecimientos del día que fenece. “Ha sido lo mejor que hemos visto en OEIDIH. Simplemente un sabadazo” Porque fundamos la esperanza. Y aun cuando el proyecto que queremos defender no tiene patrocinadores, damos el pecho a la incertidumbre con la coraza de la fe, que es en definitiva lo que nos ha permitido llegar hasta aquí con este manojo de estrellas amontonados a nuestros pies.

jueves, 2 de junio de 2011



Gracias Petra

I

Hoy es un día especial. No es Día de Reyes. Evidentemente, porque ya junio cabalga en su furioso corcel de aguas y ciclones, y los Reyes Magos no se llenan los botines de charol del barro de Port au Prince, en busca de un desdichado que con la mano tendida lo espera desde su mundo de fantasías y quimeras. Aun así, en nuestra˗ casa orfelinato se ha armado “la gorda” Los niños están como desquiciados. En medio de su condición irrevocable de niños que fueron arrancados del tronco madre de sus familias naturales, el fatídico 12 de enero, ha habido (como casi todos los días) un nuevo rayo de esperanza que refulge sobre sus cabezas) Han llegado una cajas desde la lejana República Checa. (Específicamente dos) Las abrimos… Y se hizo la luz. ¡Wau! Muchos juguetes, ropa, almohadas y otros elementos necesarios para el desenvolvimiento de nuestra vida en común. Saben los niños que ellos son los destinatarios; por tanto hay expectativas (¿¡Qué me tocará?!). La Pastora Yaniurka Mosqueda después de haberlas abierto prueba algunos de estos… ¡Una ranita, saltando, “croa” como si estuviera en su mejor laguna; aquel osito koala deslumbra desde su “mirada tiernamente ingenua”; aquella mochila invita a un picnic con todas las de la ley! Los mayores aprovechan que algunos, los más pequeños, creen en la identidad real de la ranita que saltando detrás de ellos trata de darles alcance. El más pequeño de todos, James, a punto de histeria, se defiende de las embestidas del “monstruo” que les ha venido a invadir la tranquilidad. Y hasta ha sido necesario intervenir, a fin de imponer un poco de clama natural al evento de locura que se ha desencadenado frenéticamente. Otro niño prueba uno de los juguetes “¿¡Madam, me puedo quedar con éste?!... ¿¡Y con este?! ¿¡Y éste?! Y así, de buenas a primeras todos reciben la bendición de una juguetería que desde el otro lado del planeta les ha mandado un montón de estrellas y alegrías.

II

Dice un adagio cristiano que las misiones se desarrollan con los pies de los que van, las rodillas de los que oran y las manos de los que dan. Nosotros nos encontramos al frente de una misión de nuevo tipo. Porque enfrentar el reto de atención de un grupo de niños desamparados, sin recursos materiales demanda de una gran dosis de fe. Sólo esa es la que nos ha permitido navegar en las inciertas aguas de una ciudad en ruinas. Hay de todo en esta ciudad… Desde los que se aprovechan de la precaria situación de los desamparados y a base de fotos que después circulan por el mundo a fin de recaudar su presupuesto se engordan la panza, hasta los que vienen a donde nos encontramos los que de verdad estamos trabajando y toman fotos de nuestra realidad, para hacerla “suya” y presentarse como los benefactores. Diseñan fantasías en el aire, y sin saber de qué manera, hacen creíble una historia, cuyos protagonistas se encuentran en otras latitudes de la ciudad. Tales personas tienen una deuda enorme con Dios, a quien nadie podrá engañar, pues es el que todo lo sabe. Muchos se preguntarán cómo nos mantenemos en pie, si no tenemos siquiera aprobado el presupuesto para mantener en pie un proyecto que nos haga navegar hacia puerto seguro. Pues, nada. Ahí va la respuesta. Hay en todos los rincones del mundo almas que son gemelas con las de los ángeles, querubes y serafines. Una de ellas es Petra, una ciudadana checa que nos ha ayudado contantemente y con todo su corazon. Al conocer nuestras pretensiones de dar techo a los niños sin amparo paternal, por las circunstancias ya conocidas nos ha apoyado aportando el presupuesto para el alquiler del local del orfanato, y una que otra vez nos envía desde Europa recursos que distribuimos entre los niños más necesitados. Petra, aún no te conozco, porque llegué de Cuba después de que tuviste ese gesto tan cristalino, de armarnos la esperanza. Pero te imagino como alguien cuyo corazón no le cabe en el pecho de tanta grandeza. Sin dudas, aunque estés en la república Checa, estás con nosotros, hombre con hombro, desarrollando este propósito de no dejar desamparado a ningún niño, porque sus padres ya no están entre los vivos. Eres también una misionera, porque has aportado recursos inestimables a nuestra causa humanitaria y quijotesca. Porque las misiones sólo pueden ser posibles si los que van, caminan; los que dan, aportan y los que oran, piden a Dios que interceda por nosotros. Gracias, Petra, porque sin ti nuestra barca no podría haber avanzado muchas millas, pues el combustible escaso habría hecho que quedáramos al pairo, es decir, a la deriva.

MSC Arnoldo Civil Urgellés

lunes, 30 de mayo de 2011

Fruto del amor



I
Samantha Saint Pierre es una niña portoprincipeña que ha olvidado el color de la sonrisa. Hace mucho, pero mucho tiempo, que la alegría se le ha escapado del corazón, como un pajarillo rumbo a un bosque desconocido. En ese espacio donde se le había instalado en otros tiempos ahora tiene un gorrión que no le da respiro… La imagen de sus padres le llega difusa, como entre nieblas, desde un montón de escombros. Todo lo que recuerda es desgarrador…La tierra se estremeció bajo sus pies y su casa se vino abajo. No recuerda nada más, salvo el inmenso dolor que le causara la pierna que le cortaron. Es raro, pero ella no hizo como otros niños a quienes les amputan un miembro. No dio rabietas, ni histerias. Había otros motivos para sentir mayores dolores… Además, todo fue tan rápido. La cargaron por toda una avenida llena de escombros (La Gran Delmá) en una parihuela, y la depositaron donde los médicos socorristas. Lo otro ya se sabe. El quirófano improvisado, los médicos seleccionando a quién no se debía dejar morir… Trata de imaginar a su madre; pero sólo recuerda una blanca hilera de dientes dibujando una sonrisa bonachona. Sin embargo no puede recordar su cara. De su padre no recuerda nada. En sus cinco añitos ha aprendido que debe obedecer a todas las personas con quienes ella ha estado. Y ha pasado de mano en mano, como un balón de voleibol, hasta que llegó a OEIDIH, la organización no gubernamental que asumió como suyo el destino de los niños de esta capital que hubieran perdido a sus padres…
II
…Hoy ocurrió un milagro. La he visto sonreír. ¡Sí la he visto sonreír a mandíbula batiente! A Samanta le colocaron unas prótesis nuevas. El doctor “blanco” se las puso, acabaditas de hacer. Hubo que recortarle un extremo para que pudiera coincidir con su tamaño. Pero ahora ya no tendrá que andar con ese espacio vacío bajo la faldita. Eso la hacía sentirse inferior a los demás niños. En el consultorio ella es una de las últimas de la fila. Intuye que algo bueno le va a pasar; que a partir de ese momento su vida va a cambiar. Y cambió para bien, porque le pusieron una pierna nuevecita. A principio le costó un poco de trabajo poderse mover con ella; pero con la ayuda del médico comienza a dar los primeros pasos. ¡Ya puedo! ¡Ya puedo! Y el rostro se le ilumina con un brillo indescriptible. Ya tengo dos piernas igual que los demás. Me va a dar un poco de trabajo; pero tú verás como yo voy a correr por el patio como los otros muchachos. Pero una nube oscura le ensombrece el rostro de nuevo: Pero no podré ir a la escuela, porque no tengo papás que me paguen los estudios… La sombra desaparece cuando el Reverendo Ezequiel Batista le promete costearle los estudios, si halla alguna mano caritativa que nos ofrezca ayuda solidaria. Por fe declaramos que ese propósito será hecho realidad
III
Mario es un médico de Puerto Rico. Ama a Dios por sobre todas las cosas. Por eso ha organizado una expedición humanitaria que desde esa hermana nación ha venido a brindar el concurso de sus valiosos esfuerzos a la hermana nación haitiana. Hoy es un día tenso. Ha sido el tercero. Confiesa que en su vida hubo de colocar tantas prótesis de extremidades como es este minuto. Está extenuado. Pero le queda una niña, cuya pierna derecha le falta. Por cosas de la vida dejó en Puerto Rico una parte del instrumental con que debía hacer los ajustes a las prótesis. “…pero esta niña luciría tan bien, que vale la pena hacer un esfuerzo sobrehumano a fin de que se lleve sus do piernecitas flamantes. Recorremos el barrio de la periferia de Puerto Príncipe al que asisten los habitantes de Site Solèy, un barrio marginal que no nos prometía mejor abrigo y acogida, pero que por ello no podíamos dejar desamparado. Al fin hallamos una sierra de cortar metales. Y todo quedó a pedir de boca. A Mario le resplandece la mirada. Ella va a andar. Sólo hay que entrenarla. Y se da a la tarea de enseñarla a dar los primeros pasos, como cuando lo hizo por primera vez. Un paso…otro…”la mirada al frente, nena” …otro pasito. ¡Ya anda!
IV
Gracias, Dr. Mario, por haberle devuelto la sonrisa a Samanta St Piere. Ella, sin saberlo, se colocó un pulóver que declara su felicidad: “Happy, happy, happy”. Y como una premonición adelantó que hoy sería su día más feliz. Y por si fuera poco, por partida triple.

MSC Arnoldo Civil Urgelles