Donde las dan, las toman
I
Los homenajes siempre tienen la misión de revolver los sentimientos. Todo aquel que ofrece un homenaje está haciendo justicia a la vida, porque está colocando el mérito en su justo peldaño. Y digo “peldaño”, y no “sitio”, porque este último concepto nos da una idea más acertada de que cuando rendimos un homenaje en cualquier lugar del planeta, éste podría estar un poco más arriba o abajo, en dependencia del lugar que en nuestras preferencias tiene la persona que es objeto del reconocimiento social. Sí, porque casi nunca los homenajes suelen quedar en el anonimato. Parece una condición consustancial con el género humano el hecho de que cuando tengamos que destacar algún detalle relacionado con la vida o las obras de una(s) persona(s), debamos “llamar al de enfrente” para que vea lo que estamos haciendo o en otros casos “llamarlo para que nos ayude a hacer algo”. Tales digresiones me vienen a la mente porque en OEIDIH somos amigos de los homenajes. No porque tengamos recursos para hacerlos, que en la mayoría de los casos solo tienen una connotación moral o emotiva, sino porque nuestros muchachos proceden de familias que no fueron muy “adictas” a dar felicitaciones o rendir homenajes. Imagine usted a un niño de doce años a quien se le celebra al primer cumpleaños. (No estoy aludiendo a celebraciones fastuosas, sino a un simpe hecho de recordar con un poco de carga afectiva un aniversario determinado). Si un niño al que por primera vez alguien le recuerda que vino a este mundo para contraer una deuda con Dios, de salvar su alma, porque su cuerpo ya está endeudado hasta los mismos huesos… Un niño cuyos padres, ya extintos, nunca tuvieron la posibilidad de recordarle que una fecha homónima, perdida en el pasado, vino a este mundo a pelear de frente con las calamidades, la basura, el hambre, la violencia, la insalubridad y otras limitaciones o excesos que duele mencionar, porque son deberes elementales de la sociedad para con cada infante, o si lo prefiere, un derecho inalienable que éste posee desde que vio la luz del sol por vez primera; de recordarles sus aniversarios, porque delante tenían otras diversas prioridades, a cuya cabeza siempre iba la de la búsqueda de algún elemento de subsistencia. Eso ha pasado generalmente con casi todos nuestros inquilinos. Recuerdo la vez en que una de nuestras niñas, Sandra, quien ya usted conoce, iba con nuestro pastor Ezequiel, frente a un Epi d’Or (Un centro donde se venden elementos de repostería) le comentó a su “padre” circunstancial: Papito (Como le llaman cariñosamente todos los niños de nuestro hogar de desamparados) “Papito, yo nunca me he comido una torta como esas de la vidriera ¿Algún día me podré comer una?” Comenta Ezequiel que el corazón se le bañó de lágrimas. Y aunque no disponía de abundantes recursos financieros, haciendo de tripas, corazón, como solemos decir en Cuba, la pasó al inmueble ¡y le compró una enorme torta que trajo a la casa, para que todos los niños se llenaran las narices de merengue!
Acá estimulamos los rendimientos académicos de los 35 alumnos a los que al fin logramos pagarles los estudios; elogiamos y hacemos extensivo al resto del colectivo el cambio para bien de algún patrón de conducta que había sido objeto de señalamiento o recriminación en otros momentos y que ahora viene a validar la idea de que el remedio a tiempo vale más que la cirugía, aun cuando esté movida por criterios esteticistas….
Que conste, no estimulamos por placer: lo hacemos porque como dijimos al principio, siempre nos ha gustado ver las cosas en su justo peldaño. De ahí que no transcurre mucho tiempo entre un homenaje y otro; solo el suficiente para que este acto no se convierta en una mera “rutinidad”.
II
Nuestra OEIDIH está hermanada con otra organización homóloga que radica en Puerto Rico, la Nueva Generación Haití, que aunque tienen dos fines diferentes, al final del camino vienen a complementarse como lo hacen un alma y un corazón en un individuo. Nosotros sin recursos, alimentamos, vestimos, escolarizamos, medicamos a cien niños: Nueva Generación Haití, con el concurso de personas de buen corazón, nos proporciona una buena parte de los alimentos que necesitamos para poder subsistir. De tal manera es esa complementación, que nos han asegurado el inmueble donde residimos por un año, hecho que viene a ser una acción salvadora, porque a la altura de diciembre teníamos un enorme signo de interrogación pendiendo sobre nuestras cabezas, respecto a dónde alojarnos durante el venidero 2012. Así las cosas, ha surgido entre estas dos organizaciones sin fines de lucro una afinidad que solo es comprensible cuando se analiza que los grandes amigos son los que han surgido durante una larga travesía, y han compartido los sinsabores del camino. Jorge Nieves, el máximo representante de la organización boricua, junto con Ezequiel, su homólogo, aquí en OEIDIH, son como hermanos: Las organizaciones, por su parte se ha hermanado de tal modo que al mirar su complementación uno piensa que si una de las dos no hubiera existido, por fuerza habría que haberla inventado, porque nada puede existir sólo en una de sus dos mitades.
III
Hoy Jorge Nieves ha visitado a nuestra organización. Secretamente le hemos preparado un homenaje, porque es su aniversario ¿Cuántos cumple? Eso poco importa. Lo que interesa es que nuestro deseo de que Dios le dé muchísimos años más para que pueda seguir pensando en los niños que no tienen defensores en esta vida se ha concretado con una sorpresa. A sabiendas de su proyectada visita de fin de año, los niños se confabularon con la dirección de nuestra organización ¡Y a conspirar en función de la canalización de este acontecimiento feliz! ¡Le han preparado como aperitivo emocional otra sorpresa! Son las siete de la noche. Es noche cerrada cuando desciende del coche un visitante, Jorge Nieves, a quien Ezequiel ha ido a recoger al aeropuerto. Suena el portón de hierro de la entrada. Alguien, cumpliendo sus funciones, abre. Adentro la casa está en tinieblas total, como si se hubiera ido la luz. Parece que se trata de un desperfecto técnico, porque las demás casas del entorno tienen alumbrado. Jorge, preocupado en los detalles de descenso el equipaje, parece no advertir esta irregularidad. Aunque vaya usted a saber… Remotamente en su subconsciente subyace un recuerdo de una escena semejante en la que tomó parte en el pasado aquí… Alguien le ayuda con las valijas, mientras el personal adulto de la vivienda le da la bienvenida. El resto de la casa permanece en silencio. Un silencio de piedra, tan compacto que casi se puede oír el latido de los corazones; un silencio que huele a conspiración, a componenda… un silencio que convoca al sexto sentido a poner el cuerpo en tensión, porque detrás de esta tranquilidad se puede esconder algo anormal. Uno, dos, tres pasos casinos, va subiendo los peldaños de la escalera de entrada. Yo le tomo la maleta en función de ayuda y de bienvenida. Luce cansado (Después supimos que había recorrido por más de doce horas entre avión y ómnibus un periplo de tres países para llegar hasta nosotros)… Continúa escalando, dos, tres escalones más y ya se encuentra en el pretil de la entrada. A estas alturas debe haber advertido lo del “apagón”. Sí, seguro, porque su aguda intuición no le dejaría pasar por alto un detalle de tales dimensiones. Al abrir la puerta una avalancha de niños se le viene encima. Alaridos, como si hubieran visto a Papa Noel o a Santa Claus entrara por esa puerta. Un grito unánime, uniforme, acompasado de “¡Olge, Olge!” (Que es como aquí suelen pronunciar este nombre) brota de muchas gargantas. Niños que ya hace tiempo dejaron de tener a sus padres cerca para colgárseles del cuello a fin de darles un abrazo, un beso… ahora se le vienen encima al distinguido visitante como una avalancha, como un alud de nieve, pero con la diferencia que aquí hay mucho calor, calor humano que sale por los poros de cada gente, convirtiendo con este acto la casa en un manicomio. Ya no hay calma en el recinto. Preguntas por los que quedaron en Puerto Rico, como si se tratara de alguien muy próximo de la familia se desgranan de sus labios como cataratas. Y es que estos niños han aprendido que en cualquier pedazo de suelo puede haber un poco de amor escondido.
IV
Hoy sábado, día de actividades de OEIDIH, donde se reúnen los quince niños que albergamos en la casa con los otros cien de la organización, es la fecha escogida para la celebración del cumpleaños del visitante, y le han preparado varias sorpresas. Familiares de los niños, conmovidos han sacado de sus ahorros y han mandado a hacer dos enormes tortas con merengue azul, sobre las cuales inscribieron la imprescindible frase “Felicidades, Jorge” Obras artesanales que dan idea de cuánto ingenio se esconde dentro de cada uno de estos niños donde la inteligencia estaba dormida debajo de una inmensa costra de polvo, son preparadas por los inquilinos. Actuaciones teatrales, un programa bíblico sabático que incluye como plato fuerte la presentación de nuestro niño predicador: Jeremy, y otras variedades, son organizadas.
Llegado el instante comienzan las actividades del programa. Todo está punto. Se descorren las cortinas imaginarias y ya estamos de cumpleaños, rindiendo homenaje a quien se lo merece. Una guitarra que ya Jorge le había regalado la noche anterior a Jeremy es la protagonista de las acciones musicales del espectáculo. Pero abruptamente las cosas cambian se sentido. ¡El objeto de homenaje se colocó en la piel de sujeto de homenaje! ¿Qué ha pasado? Jorge ha traído muchos regalos de su nación, porque dice que para las navidades a cada niño de su país se le regalan cosas; de modo que no quiere dejar pasar por alto la oportunidad para hacer reír esos corazones que se entristecen de cuando en cuando la echar de menos a sus padres, pero que ahora saltan de puro contento al tocar sus regalos. Aquella una linda muñeca ¡La palpa varias veces para cerciorarse de que es real; de que no asistiendo a un sueño imposible! ¡No! ¡Es real! Otros con juegos de mesa o de otros tipos se deleitan hasta la locura. Todo tipo de juegos y de entretenimiento son entregados. Todo transcurre rompiendo las rutinas. Se celebra el cumpleaños feliz de Jorge, y reciben los regalos inesperados los niños. Y yo veo la mano de Dios detrás de estas cosas, en las que se combinan las acciones para rendir dos homenajes (¿O muchos?) José Martí dijo: “Honrar, honra” Los honores fueron repartidos de forma armónica. Y yo veo la mano de Dios detrás de cada acción que se despliega en este sábado, lo cual se ve confirmado cuando el mismo Jorge les anuncia a los niños la forma en que los hermanos de su nación hicieron para hacerles llegar estos regalos. Busco en mi mente al homenajeado y se me confunde en un calidoscopio de personas que se mueven desde diferentes ángulos rumbo a un podio de premiaciones. Pienso: “Caramba, en este mundo hay de todo. No es osado pensar que donde las dan, las toman.”
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