No soy amigo de publicar intimidades. Cuando por algún motivo, tal cual es el que me trae hoy, tengo que hacerlo, le pido perdón a mi conciencia. Aún en este caso siento como si estuviera exponiendo un secreto en una vitrina frente a la cual desfilan millones de seres humanos, sin derecho de poder mirar, pero lo hacen...
Tal reflexión se me ocurrió cuando escribía una carta a un buen amigo de Méjico, el buen hermano José María Ibarra, quien promete ayudarnos en este quijotesco empeño.
Es la historia de un niñito, de los que nos acompañan. Todo ocurrió así:
Cuando llegué aquí quedé marcado por la triste imagen de los niños, huérfanos o no, que deambulando por las calles, en franca exposición de sus vidas a riesgo, por un “adoquen” (cinco gourdes haitianos) limpian los parabrisas de los autos, al tiempo que les hacen piruetas. En la mayoría de los casos el trabajo queda sin remuneración. Por la noche, al llegar al orfanato me encontré con la mirada triste de varios de éstos (que podrían haber sido uno de aquéllos, de no haber “tropezado” con nosotros. Así que le pregunté a un chico cuyo nombre prefiero conservar en el anonimato: “¿Quisieras que yo fuera tu padre?” Me dijo: “¡Sí!”, pero con voz temblorosa, como si se le hubiera presentado la solución mágica a todos sus problemas. Nos abrazamos, y lloramos los dos… cada uno tenía su motivo… Cuando secaba mis lágrimas recordé un cuento clásico de la literatura universal y rusa, El destino de un hombre, de Mijaíl Shólojov.
Lo que pasó a continuación podría considerarse como una profecía tomada de aquel cuento, porque el niño se aferró a mí, para no desprenderse por mucho tiempo, como si lo hubieran fundido a mí... A partir de aquel instante me llama “Papitou”. Eso en el lenguaje suyo quiere decir "papá querido". No se despega de mí un instante, porque en un rapto pasional le prometí que finalizada mi estancia aquí me lo llevaría para Cuba. Y eso está por ver, porque no sabemos cómo reaccionarían las autoridades ante la intención de adoptar a una criatura, después que vieron tanta barbaridad, en 2010, a costa de los desamparados. De aquí a entonces queda mucha tela por cortar.
Mientras tanto le anticipo el cariño que le debo al nieto que aún no tengo...
Quien nos mira desde la foto es un pariente del mismo, mutilado a raíz de los sucesos del 12 de enero de 2010, y a quien atendemos por un proyecto relacionado con las personas con discapacidad. De eso podremos hablar en otro momento.
MSC Arnoldo Civil Urgellés
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