lunes, 30 de mayo de 2011

Fruto del amor



I
Samantha Saint Pierre es una niña portoprincipeña que ha olvidado el color de la sonrisa. Hace mucho, pero mucho tiempo, que la alegría se le ha escapado del corazón, como un pajarillo rumbo a un bosque desconocido. En ese espacio donde se le había instalado en otros tiempos ahora tiene un gorrión que no le da respiro… La imagen de sus padres le llega difusa, como entre nieblas, desde un montón de escombros. Todo lo que recuerda es desgarrador…La tierra se estremeció bajo sus pies y su casa se vino abajo. No recuerda nada más, salvo el inmenso dolor que le causara la pierna que le cortaron. Es raro, pero ella no hizo como otros niños a quienes les amputan un miembro. No dio rabietas, ni histerias. Había otros motivos para sentir mayores dolores… Además, todo fue tan rápido. La cargaron por toda una avenida llena de escombros (La Gran Delmá) en una parihuela, y la depositaron donde los médicos socorristas. Lo otro ya se sabe. El quirófano improvisado, los médicos seleccionando a quién no se debía dejar morir… Trata de imaginar a su madre; pero sólo recuerda una blanca hilera de dientes dibujando una sonrisa bonachona. Sin embargo no puede recordar su cara. De su padre no recuerda nada. En sus cinco añitos ha aprendido que debe obedecer a todas las personas con quienes ella ha estado. Y ha pasado de mano en mano, como un balón de voleibol, hasta que llegó a OEIDIH, la organización no gubernamental que asumió como suyo el destino de los niños de esta capital que hubieran perdido a sus padres…
II
…Hoy ocurrió un milagro. La he visto sonreír. ¡Sí la he visto sonreír a mandíbula batiente! A Samanta le colocaron unas prótesis nuevas. El doctor “blanco” se las puso, acabaditas de hacer. Hubo que recortarle un extremo para que pudiera coincidir con su tamaño. Pero ahora ya no tendrá que andar con ese espacio vacío bajo la faldita. Eso la hacía sentirse inferior a los demás niños. En el consultorio ella es una de las últimas de la fila. Intuye que algo bueno le va a pasar; que a partir de ese momento su vida va a cambiar. Y cambió para bien, porque le pusieron una pierna nuevecita. A principio le costó un poco de trabajo poderse mover con ella; pero con la ayuda del médico comienza a dar los primeros pasos. ¡Ya puedo! ¡Ya puedo! Y el rostro se le ilumina con un brillo indescriptible. Ya tengo dos piernas igual que los demás. Me va a dar un poco de trabajo; pero tú verás como yo voy a correr por el patio como los otros muchachos. Pero una nube oscura le ensombrece el rostro de nuevo: Pero no podré ir a la escuela, porque no tengo papás que me paguen los estudios… La sombra desaparece cuando el Reverendo Ezequiel Batista le promete costearle los estudios, si halla alguna mano caritativa que nos ofrezca ayuda solidaria. Por fe declaramos que ese propósito será hecho realidad
III
Mario es un médico de Puerto Rico. Ama a Dios por sobre todas las cosas. Por eso ha organizado una expedición humanitaria que desde esa hermana nación ha venido a brindar el concurso de sus valiosos esfuerzos a la hermana nación haitiana. Hoy es un día tenso. Ha sido el tercero. Confiesa que en su vida hubo de colocar tantas prótesis de extremidades como es este minuto. Está extenuado. Pero le queda una niña, cuya pierna derecha le falta. Por cosas de la vida dejó en Puerto Rico una parte del instrumental con que debía hacer los ajustes a las prótesis. “…pero esta niña luciría tan bien, que vale la pena hacer un esfuerzo sobrehumano a fin de que se lleve sus do piernecitas flamantes. Recorremos el barrio de la periferia de Puerto Príncipe al que asisten los habitantes de Site Solèy, un barrio marginal que no nos prometía mejor abrigo y acogida, pero que por ello no podíamos dejar desamparado. Al fin hallamos una sierra de cortar metales. Y todo quedó a pedir de boca. A Mario le resplandece la mirada. Ella va a andar. Sólo hay que entrenarla. Y se da a la tarea de enseñarla a dar los primeros pasos, como cuando lo hizo por primera vez. Un paso…otro…”la mirada al frente, nena” …otro pasito. ¡Ya anda!
IV
Gracias, Dr. Mario, por haberle devuelto la sonrisa a Samanta St Piere. Ella, sin saberlo, se colocó un pulóver que declara su felicidad: “Happy, happy, happy”. Y como una premonición adelantó que hoy sería su día más feliz. Y por si fuera poco, por partida triple.

MSC Arnoldo Civil Urgelles

martes, 17 de mayo de 2011

Un personaje literario camina por Puerto Príncipe


No soy amigo de publicar intimidades. Cuando por algún motivo, tal cual es el que me trae hoy, tengo que hacerlo, le pido perdón a mi conciencia. Aún en este caso siento como si estuviera exponiendo un secreto en una vitrina frente a la cual desfilan millones de seres humanos, sin derecho de poder mirar, pero lo hacen...
Tal reflexión se me ocurrió cuando escribía una carta a un buen amigo de Méjico, el buen hermano José María Ibarra, quien promete ayudarnos en este quijotesco empeño.
Es la historia de un niñito, de los que nos acompañan. Todo ocurrió así:
Cuando llegué aquí quedé marcado por la triste imagen de los niños, huérfanos o no, que deambulando por las calles, en franca exposición de sus vidas a riesgo, por un “adoquen” (cinco gourdes haitianos) limpian los parabrisas de los autos, al tiempo que les hacen piruetas. En la mayoría de los casos el trabajo queda sin remuneración. Por la noche, al llegar al orfanato me encontré con la mirada triste de varios de éstos (que podrían haber sido uno de aquéllos, de no haber “tropezado” con nosotros. Así que le pregunté a un chico cuyo nombre prefiero conservar en el anonimato: “¿Quisieras que yo fuera tu padre?” Me dijo: “¡Sí!”, pero con voz temblorosa, como si se le hubiera presentado la solución mágica a todos sus problemas. Nos abrazamos, y lloramos los dos… cada uno tenía su motivo… Cuando secaba mis lágrimas recordé un cuento clásico de la literatura universal y rusa, El destino de un hombre, de Mijaíl Shólojov.
Lo que pasó a continuación podría considerarse como una profecía tomada de aquel cuento, porque el niño se aferró a mí, para no desprenderse por mucho tiempo, como si lo hubieran fundido a mí... A partir de aquel instante me llama “Papitou”. Eso en el lenguaje suyo quiere decir "papá querido". No se despega de mí un instante, porque en un rapto pasional le prometí que finalizada mi estancia aquí me lo llevaría para Cuba. Y eso está por ver, porque no sabemos cómo reaccionarían las autoridades ante la intención de adoptar a una criatura, después que vieron tanta barbaridad, en 2010, a costa de los desamparados. De aquí a entonces queda mucha tela por cortar.
Mientras tanto le anticipo el cariño que le debo al nieto que aún no tengo...

Quien nos mira desde la foto es un pariente del mismo, mutilado a raíz de los sucesos del 12 de enero de 2010, y a quien atendemos por un proyecto relacionado con las personas con discapacidad. De eso podremos hablar en otro momento.
MSC Arnoldo Civil Urgellés

miércoles, 11 de mayo de 2011

Algo fuera de contexto.



Soy cubano. Eso ha hecho que en cierta medida pierda el sentido del estupor frente a las acciones desarrolladas ante los enfermos que no tienen recursos para costearse la asistencia de un galeno. Algo similar he llegado a ver en Haití… No se embulle, amigo, que no le hablo de un sueño realizado como consecuencia de algún viaje al mundo onírico. Porque aquí en Haití hay miles de personas que con necesidades clínicas o de medicación, no pueden hacerlo porque son demasiado costosos los honorarios del galeno…Tal es el caso de la paciente a quien se le salían los ovarios y había que entrárselos a fuerza de tenacidad… No había asistido antes a las consultas porque no tenía recursos. Quiero hablar de la titánica labor de los médicos de Puerto Rico, la hermana isla borinquen, quienes durante tres días cada mes han venido a realizar una épica labor. Durante los días finales de abril abrieron sus corazones desbordados de ternuras, para atenuar las tensiones de más de mil setecientas personas que anhelaban delirantemente este encuentro. El doctor Mario…., la Doctora Luz…. De la fundación portorriqueña Living For Haiti, convocados por el Reverendo Ezequiel Batista Civil, Coordinador Nacional del Proyecto de Atención a las Personas con Discapacidad, hicieron prodigios… Por la cifra de personas atendidas, que eso en otros contextos se puede encontrar. Lo llamativo es que en improvisados consultorios abrieron las puertas de la ternura para que en tres comunidades Croix-Bouquet, Delmas 102 y Petio Ville (donde atendieron a otras tres de forma simultánea: Tabarre, Cite Soleil y La Ville) vieran coronadas sus esperanzas.
Volaron en pedazos todas las expectativas, porque en cada caso fueron vistos casos con diferentes especificidades. Personas con discapacidad (que luego del terremoto se han triplicado) abrieron los ojos, engrandecidos por el estupor, al verse andar de nuevo con dos pies, gracias a la magia de los protesistas del Doctor Mario, un galeno boricua que regala su corazón a cada paciente mutilado ¡Y siempre le queda otro inmenso, presto a compartirlo con los parias haitianos. Particularmente conmovedor resultó el caso de una niña a quien se le había escapado del rostro la sonrisa desde el doce de enero de 2010, al verse sin una de sus dos piernas… ¡Hoy Mario le regaló la otra piernecita flamante y le devolvió la sonrisa! De ella les hablaré en otro comentario; de modo que no me detendré en ella. Sólo la menciono para que tenga una idea de cuánto derroche de humanismo hubo en este punto maltratado de la latitud del planeta. Lo más importante fue el impacto social. Nada de campañas; solamente la convocatoria previa. Eso desencadenó una avalancha de asistencia. Todos los mutilados enfermos y otros no mutilados, con necesidades adicionales también recibieron la consulta y los medicamentos necesarios de forma gratuita. No sé cuánto valdría su prótesis; lo que sí sé es que es que no se las habrían podido agencias en este contexto.
Nada, que lo realizado por los galenos boricuas, liderados por la Fundación Living For Haiti que vendrán puntualmente el último fin de semana del presente mes de mayo, y que dirige el doctor Mario, resultó ser algo fuera de contexto, que los haitianos recibieron y recibirán con los brazos abiertos y el corazón lacrimoso de tanto agradecimiento. Gracias, hermanos, por tanto derroche de amor.
MSC Arnoldo Civil Urgellés

sábado, 7 de mayo de 2011

Un momento de alegría



La Reverenda Deliris Carrión es oriunda de Puerto Rico, la Isla del Encanto. Como a nosotros, le apasionan los niños. Los huérfanos la deprimen, si no puede recompensarlos en algo. Cuando supo de la existencia de OEIDIH, nuestra benéfica y no lucrativa organización, nos visitó con entusiasmo. Fue un sábado, el 23 de abril de 2011; así es que se encontraba presente el casi centenar de niños que para esa fecha del almanaque acuden al oasis de nuestra institución en busca de todo lo que les falta debajo de las calurosas carpas, donde predomina la ley de la selva durante toda una semana de ajetreos y monótona desesperación ¡Vaya paradoja!
Fue un día maravilloso en el que todos los presentes recibieron el premio de la sonrisa del niño, cuando se siente realizado. No sé si usted recuerda que para esa fecha cerrábamos la Semana Santa. Por tanto era Sábado de Gloria, por ser la víspera de la resurrección. Ese motivo generó un despliegue de actividades realizadas por los niños en relación con el homenaje al más grande Maestro de la historia humana: Jesús, nuestro Redentor. Hubo dramatizaciones que movieron a la sonrisa y a la reflexión. Él murió porque nosotros hagamos el bien a los demás. Por tanto ¿Cómo es posible que puedan vagar tantos niños por una ciudad en ruinas sin encontrar una mano amiga tendida, como la del que un día nos dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar…”? En la foto la pastora Deliris rebosa de alegría, porque siente que ha llegado al sitio que buscaba, o más bien al sitio que buscan los niños huérfanos de Puerto Príncipe, víctimas del terremoto del pasado 12 de enero de 2010. Ella es una permanente defensora de los derechos de los niños y las niñas. Por eso lleva a cuestas un pensamiento que tiene que ver con este propósito. Si ella abriera en este momento nuestra, de seguro resultaría sorprendida, porque sin su permiso recogimos una muestra de su punto de vista, plasmado en su pulóver: “Los niños y las niñas tienen derecho…a vivir felices… a estar sanos… a tener una familia… a ser protegidos”. Sin embargo estamos seguros de que ella comparte nuestras alegrías, porque ha visto en nosotros la coronación de sus anhelos. Cuando le pedí sus impresiones sobre las actividades del día me dijo: “Esto es precisamente lo que yo buscaba.”

MSC Arnoldo Civil Urgelles

domingo, 1 de mayo de 2011

Incríble, pero cierto





¿Usted por casualidad leyó “Los miserables”, de Víctor Hugo, ese célebre escritor francés del siglo diecinueve? ¿Vio la imagen de la niña de nueve años que tenía que recorrer durante la noche largos caminos con un enorme cubo de agua a la cabeza, so pena de ser castigada duramente por los amos de la familia Thenardier, quienes la empleaban abusivamente en todos los quehaceres domésticos? La pequeña Cossette, de apenas unos ocho o nueve años tenía que hacer todo el trabajo de la casa, al ama siempre le parecía que estaba vagabundeando por los alrededore. ¿De seguro usted no pudo leer esa tenebrosa página de la literatura universal representativa del abuso infantil extremo?

No se preocupe…La historia de hoy tiene los mismo matices, aunque los contextos geográficos e históricos no séanlos mismos.

La niña que usted ve en la foto se llama Sandra. Una de los tantos huérfanos que fueron arrojados al precipicio de la desesperación, porque el 12 de enero sus progenitores quedaron sepultados bajo los escombros. Ella jugaba en la calle con dos de sus vecinas mientras la conmoción telúrica le estremecía los cimientos del alma. En busca de protección, desesperada, corrió hacia su casa, a donde estaban sus padres; pero justo a unos pasos del dintel de la puerta principal, todo se vino abajo sin que ella pudiera comprender, de momento qué había ocurrido. Gritos desgarradores salían desde dentro y desde otros sitios de la calle, ya transformada en un manicomio. Nadie podía ayudarla a socorrer a sus padres. Ella clamaba a todos los que pasaban por la calle; pero cada quien tenía su propio problema, y nadie se ocupaba de ella. Sara se convirtió así en una huérfana. Esa palabra en el Haití de hoy tiene una fuerza adicional. Aquí significa ser hambriento, abandonado, mendigo, indigente, que en buena lid significa lo mismo.

Sara vio el cielo abierto cuando su tío le comunicó que podía venirse a vivir con ellos. Son doce en la familia, pero donde comen doce, comen trece, si el milagro de la multiplicación de los panes funciona… Pronto descubrió que no había obtenido grande mejoría pues le tocaba hacer todo el trabajo de la casa. Desde por la mañana hasta bien entrada en la noche a Sara le correspondió cargar con todas las responsabilidades domésticas de ese hogar. Exactamente el contenido del trabajo que hacen todos los restavek de esa sufrida nación.

…Sara se sintió desfallecer aquella noche. Todavía le quedaban unos pantalones por lavar. Ya había cocinado, había fregado el piso de la casa. A la niña le dolía el alma. El tío al llegar descubrió que la niña aún no había completado todo el trabajo que para la jornada él le había encomendado. De un portazo la dejó fuera de la casa. La niña anduvo casi toda la noche en busca de refugio. Mas ¿quién se lo daría? Tenía mucho miedo. Le pareció la noche más larga del mundo. Los rayos del alba la sorprendieron tendida sobre la hierba.

Ahora está con nosotros. Somos sus nuevos padres

Ah, un detalle. Esta niña de unos diez años aparentes, se gasta, nada menos que la edad de ¡dieciséis años! Son cosas de la vida.



MSC Arnoldo Civil Urgellés