Julio agoniza. Se
impone un balance de nuestros resultados académicos de nuestros estudiantes, o
mejor, de nuestra labor educativa general, porque la mirada de un curso escolar
debe estar enfocada desde la visión crítica de alguien que necesita conocer de
golpe todo lo relacionado con este tipo de actividad a fin de poder corregir
cualquier defecto en aras de subsanar errores.
Al mirar por encima
del hombro el curso escolar que recién termina lo hacemos con la satisfacción
de quien ha tenido una buena cosecha en su sembradío. En primer lugar nuestra
organización OEIDIH alcanzó un peldaño más elevado en los afanes de
perfeccionar nuestros resultados. Logramos el financiamiento a tiempo completo
de un funcionario encargado del control académico de nuestros pupilos. La
señora Masculan Laplante, miembro fundacional de nuestra organización, recibió
la honrosa distinción de ser la inspectora académica de nuestros estudiantes.
(Es bueno que usted sepa que los 30 alumnos financiados por nuestra
organización estudian en diferentes centros de esta ciudad, lo cual hace
difícil el establecimiento de un pronóstico rápido, debido a los elevados
niveles de dispersión de los mismos). La señora Laplante, madre de 4 niños
huérfanos a partir del terremoto del 12 de enero de 2010 de hecho los
beneficios pagados por nuestra institución a cambio del fruto de su trabajo. El
segundo logro importante que valoramos a la hora del recuento es que todos los
niños que fueron a las aulas bajo las banderas de nuestra organización aprobaron,
más del cincuenta por ciento con resultados sobresalientes. Es sin dudas la
mejor de las cosechas, en un momento en que pretendemos elevar a niveles
cimeros el coeficiente intelectual de quienes fueron empujados por la vida
hacia el precipicio de la desesperación

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