viernes, 29 de abril de 2011






Algo más que un aniversario

I
Son las dos de la tarea de un día cualquiera. Un niño se pasea con “su padre” por un auto a través de las intrincadas calles de Puerto Príncipe. Su nuevo papá ha decidido pasearlo a fin de alejarlo de las sorpresas que el colectivo de congéneres (huérfanos como él) le han preparado. Es su cumpleaños y su nombre es Luis Rosie. Él, atónito mira todos los contrastes de una ciudad que se hunde en la miseria de un abismo insondable. Por acá un lujoso auto que deslumbra le adelanta en la vía; por allá un pequeño mendiga “un adoquín” (moneda haitiana), después de haber lustrado el parabrisas del octavo auto, sin haber recibido una gratificación. Por un momento le llega un retazo de pensamiento que a modo de tira fílmica le asaeta el recuerdo. ”Un día él fue uno de esos… y ahora por uno de esos caprichos de la vida, que le arrancó de cuajo el calor de sus verdaderos padres, ya no tiene que realizar tan humillantes malabarismos… El auto da un giro violento porque un peatón arbitrariamente se tira a conquistar un tramo de la vía al riesgo de su vida y eso lo trae a la realidad…

II
La casa es un verdadero hervidero. Una heterogénea familia prepara afanosamente una sorpresa… La torta, la cena, los pasteles, los regalos…todo como Dios manda, para que cuando llegue Luis no descubra lo que se traen entre manos. Son muchos niños, de diferentes familias ahora integran una sola, porque el infortunio los ha unido bajo un techo común. Alguien organiza las actividades que contribuirán a sorprender al agasajado. La “madre” Yaniurka desde cualquier rincón de la casa observa con celo de su estirpe que no escape un detalle. Afuera suena el claxon. Como hormigas locas, de uno a otro lado corren los confabulados los chicos es una loca carrera contra el reloj de las emociones que se les había atrasado unos segundos… alguien lo entretiene unos segundos, en previsión de algún detalle que había quedado sin pulir. Más tarde, el baño apresurado “por la puerta de atrás” a fin de que esté a tono con la sorpresa que se está incubando.

III
…Sí amigo… Hablamos de un niño que desgajado del árbol de sus padres por la violencia sísmica del 12 de enero de 2010, que bajo los auspicios de OEIDIH, una organización no gubernamental ha abierto los brazos para albergar a una buena cantidad de niños huérfanos. Somos protagonistas de sus arranques pasionales, como el de este niño, que ya por la noche, se colgó del cuello de su nuevo padre, el Reverendo Ezequiel Batista, para darle las gracias. Porque no solo hemos querido darles la manutención ordinaria que en compromiso con la cotidianidad nos proponemos. Hemos querido darles la connotación que el contexto de una familia ellos han estado recibiendo. OEIDIH es más que un “almacén” de niños: es un centro de rehabilitación espiritual en el que la formación cristiana, la preparación para la vida y la retribución del amor perdido, que como Ave Fénix resurge de las cenizas. Así, sin recursos, solo con la colaboración amorosa de algunas personas de bien hemos echada a andar el carro de la solidaridad humana con aquellos que desprendidos de sus ramas, habían caído por el barranco de la vida. Usted puede contribuir con tan humanitario propósito. Ayúdenos con sus donativos, que no caerán en saco hueco, ni en bolsillo ajeno, porque la honestidad es nuestra estrella polar. Si alguien nos tira una balsa podremos avanzar unas millas más en nuestra frágil embarcación repleta de refugiados haitianos que ni siquiera rebasan la edad de la adolescencia.

IV
No tenemos nada. Por tanto, no “tiramos la casa por la ventana”. Lo que sí “tiramos por la ventana” es nuestro corazón, porque por la felicidad de un niño se puede dejar hasta la piel en el terreno… o regalar hasta nuestra sombra, si fuera necesario, y aún así resultaría insuficiente.

MSC Arnoldo Civil Urgellés

domingo, 24 de abril de 2011

Todo lo puedo en Cristo





Como cada semana, aunque no lo habíamos prometido, se nos va haciendo un hábito, el colocar algunas ideas que renueven la imagen que nuestro público lector tiene de nosotros, porque quien participe de tanta sublimidad jamás podrá sustraerse de regalar a su prójimo una crónica de los acontecimientos, a fin de hacerlo cómplice de tan maravilloso ejercicio de bondad y grandeza.

Yo vine de visita a Puerto Príncipe. Se suponía que después de un año y cuatro meses las heridas causadas por el terremoto a la sociedad estuvieran, en alguna medida, restañadas; pero vi a los pocos días de permanencia en este lugar un nuevo rostro, el de la orfandad. Muchos niños sin el amparo de sus padres vagando por las calles, sin algo que llevarse a la boca… y sin una mano de quien asirse… Es el nuevo saldo del inmenso evento telúrico que conmocionó hasta sus cimientos la capital haitiana. El Reverendo Guillermo Ezequiel Batista es el ejecutor de un proyecto, que aunque no está financiado, lleva un respaldo por fe y ganas de hacer el bien a los necesitados. Cada sábado, luego de tocar numerosas puertas se consigue dar amparo alimenticio a cien o más niños que, rompiendo la rutina estresante del hambre eterna, vienen en pos de OEIDIH, una organización no gubernamental con fines no lucrativos, cuyo único propósito es el de restañar las heridas que en el alma de los niños huérfanos han quedado. Tan bien se ha hecho que ya los niños esperan con ansiedad tan acariciada fecha del almanaque. Todas esas grandezas las vi en los primeros días de mi visita que pretendía ser de unos siete días. Soy cristiano hasta la médula y martiano por convicción. Cristo dijo: “Dejad los niños que vengan a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos…” Por su parte Martí sentenció: “Nada hay más importante que un niño…” Estas dos premisas son la causa de que me haya sentido atrapado por las proyecciones de tan filantrópica proyección. Por eso me he quedado para participar con todos los que pretenden hacer de los desdichados el principal motivo de su existencia.


Este sábado fue un poco más grande. Nuestros niños tuvieron la oportunidad de recordar el sacrificio de Cristo (en el contexto de la Semana Santa), de múltiples maneras. Dramatizaron, con increíble nivel de maestría profesional escenas que ponen de relieve la grandeza del Maestro. Cantaron a viva voz, como en la semana no habían hecho. Realizaron juegos de participación, que culminaron con la entrega de galardones. Estuvieron inmersos en la realización de un concurso, cuya figura central fue la de Jesucristo. Esto, luego de haber visto materiales audiovisuales relacionados con la corta pero fructífera estancia del Maestro en esta tierra. Nunca vi tanta emoción antes contenida y ahora canalizada a través de los diferentes momentos que la organización les proporcionaba. Cualquiera que los viera podría decir que estaban viviendo con intensidad el último día de sus vidas…

En eso pensaba, tendido en el suelo, cuando una pequeña de alrededor de siete años, salida de quién sabe dónde, me estampó un alocado beso en la mejilla, al tiempo que salía disparada a incorporarse a la barahúnda infantil que rompía todos los termómetros que pudieran medir los niveles de temperatura emocional ¿En qué pensaría la pequeña cuando me “agredió” el alma con tanta muestra de agradecimiento? ¿Tal vez vio en mí (en nosotros) al padre y la madre que ya no estarán con ella? ¿Tendría su diminuta alma necesidad de descargar un poco de ese amor que le revienta por cada poro sin tener durante la semana con quién compartirlo? Esas y otras interrogantes me fusilaron el alma, porque jamás había sido testigo de tanto desamparo. Haití precisa de manos; de manos hacendosas. Manos de personas que digan menos y hagan más. Si cada uno de nosotros deposita un poquito de amor en estos seres que como una hojita han sido arrojados por el viento en el desierto del infortunio, de seguro que Dios se lo recompensará con creces. Si no pudiere estar físicamente, su ayuda monetaria o en especie, quizás nos contribuiría a prolongar un día más de felicidad en quienes casi han olvidado el sabor de la sonrisa, el color de la felicidad y la temperatura del amor. Si eso no les ha pasado definitivamente, es porque existe la Organización Internacional para el Desarrollo integral de Haití (OEIDIH). No pedimos para otra cosa que para prolongar la felicidad de quienes han saboreado la dureza del infierno desde un rinconcito de la tierra llamado Puerto Príncipe.


MSC Arnoldo Civil Urgellés

domingo, 17 de abril de 2011

Un dia diferente


Un día diferente
I.-
Soy un cubano sobreviviente del sismo del 12 de enero. Vi el rostro del infierno en la tierra. Una ciudad convertida en ruinas en sólo 27 segundos. Gente como hormigas locas correr hacia todas las direcciones sin un propósito definido. Muerte… Muerte por doquier. La inmensa guadaña acababa de hacer una macabra cosecha abundante de vidas… Vi niños muertos en las aceras, aún después del tercer día, porque las fuerzas públicas no eran suficientes…Jóvenes cuya psiquis no resistió el impacto terrible, y enloquecieron.
II.-
…Exactamente 460 días después llego a Puerto Príncipe. Veo por doquier las mismas carpas… perdón, un poco más viejas; la misma miseria, la misma ansiedad en los rostros con un signo de interrogación colgándole en la mirada: ¿Cuándo saldré de esta indigencia superlativa? ¿Será posible que tan pronto se hayan olvidado de la ayuda prometida? Al pasar veo a un haitiano cabizbajo. Lleva horas sin saberse observado por nosotros (Hay alguien más conmigo). Pero la imagen que proyecta podría ser el símbolo de toda la ciudad casi en ruina total, pues el proceso reconstructivo es muy lento (Dicho sea de paso, en muchos casos, con los mismos errores cometidos anteriormente)
III.-
Como un oasis en un desierto me vino a resultar OEIDIH, una institución caritativa que aglutina a niños sin amparo filial y que es dirigida por el pastor cubano Guillermo Ezequiel Batista. Hay otras personas alrededor de él. Hoy es sábado. Alrededor de 67 niños cantan, realizan ejercicios espirituales, dan rienda suelta a la alegría que en algún sitio recóndito, el sismo les había anestesiado…adormecido…fulminado. Hay han venido desde las cinco de la mañana algunos, a quienes les parece una eternidad la hora de comienzo (9 de la mañana) Me acerco furtivamente a una de las madrugadoras, cuyo nombre por delicadeza prefiero omitir: “¿Qué te gustaría lograr a través de OEIDIH?” “Que me den comida” Pobre pequeña, en su desamparo ha olvidado el precepto bíblico:”no solo de pan vive el hombre” Pero es que hace tanto tiempo no probaba pan, que por poco la justifico. El Propósito es ambicioso. Proporcionarles educación, recreación, rehabilitación espiritual y un poco del afecto que la ausencia del contexto familiar les ha denegado. Pero son necesarias más manos para esta obra hermosa. Confiesa Ezequiel que no solo de buenas intenciones podemos echar a andar el proyecto. Hacen falta recursos, alimentos para darles a todos los niños que como aquella niña del anonimato requieren llenar sus estómagos. Hace falta recursos humanos para atenderlos y proporcionarles una mínima parte de esa atmósfera familiar que el terremoto del 12 de enero les arrebató. Y esa pudiera salir de su corazón…sí, del suyo, de usted, y también de su generosa contribución. Cuando lo haga, Dios se lo agradecerá, porque no hay ayuda que agrade más a Dios que la que les proporcionamos a los desamparados. Y si son niños, dos veces mejor. Así que no lo piense, y ponga manos a la obra.

MSC. Arnoldo Civil